El que a hierro mata…

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



La ficción de la extraterritorialidad, argüida por el gobierno mexicano respecto de su Embajada en Ecuador, no es un absoluto según el cual le habría estado permitido a la misión diplomática mexicana hacer lo que quisiera en el espacio ecuatoriano, dentro de los lindes de su supuesto “territorio” en Quito, como se ha dicho en el caso de la joyita correísta Jorge Glas, motivo del conflicto actual entre las dos naciones latinoamericanas. Ciertamente, la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas de 1961 contempla la inviolabilidad de los locales de la misión, sí, pero no la funda en esa vetusta teoría de la extraterritorialidad (“la Embajada es una parte de México en Ecuador”), sino en la idea de “[…] garantizar el desempeño eficaz de las funciones de las misiones diplomáticas en calidad de representantes de los Estados, […]”, como lo señala el Preámbulo del instrumento citado.

En esta misma línea de pensamiento, tampoco es cierto, como lo ha presentado México, que el Estado ecuatoriano esté impedido por el derecho internacional para resguardar el orden público cuando se han cometido crímenes dentro de sus fronteras, y el posible responsable se oculta en una embajada. Así, en un nuevo asunto penal que se le sigue, el ya expresidiario Glas está tan sometido a las leyes de la República del Ecuador como también lo está la misión diplomática mexicana, aunque el primero se esconda en la segunda, y la segunda interprete la Convención de Viena de 1961 a su acomodo. Por lo demás, será la Corte Internacional de Justicia la que determine finalmente si Ecuador hizo bien o no al prescindir, en el operativo nocturno, del acuerdo con el jefe de misión.

En octubre de 2022, los gobiernos de Colombia y México emitieron un comunicado conjunto para anunciar las medidas tomadas en relación con los acostumbrados maltratos a los connacionales en su ingreso al país norteamericano. Aunque soy consciente de que el viajero colombiano no es el más disciplinado con su documentación (o su comportamiento), según lo visto recientemente, parece que las medidas de facilitación y respeto prometidas no se están cumpliendo por parte de los mexicanos, cuyos burócratas aeroportuarios quizás están persuadidos de que al final no pasa nada con Colombia. El Consejo de Estado tiene en sus manos la dignidad nacional, a ver si ratifica la nulidad del nombramiento de un pintoresco activista más del Gobierno como embajador en México.

Desde que estaba en la campaña presidencial de 2018, el “liberal” presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador dejó ver lo que sería su política exterior, si resultaba elegido: “La mejor política exterior es la interior”, dijo, para dar a entender que México no sería un país injerencista ni protagonista de las grandes cuestiones globales. No obstante, eso también se podría entender como la declaración previa de que tratar con el México de Obrador significaría tener que plegarse a su visión privada de las circunstancias, lo que vendría a ser la antítesis de las relaciones internacionales y del propio derecho internacional. Quizás los eventos con Ecuador y Colombia no son sino el reflejo de esa taimada forma de política exterior realista, mediante la que se dice una cosa y se hace otra. 



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