En el periplo cronológico universal cumple la ciudad de Santa Marta el año 497 de su institucionalización, como villa, en suelo americano, a orillas del inmenso cuerpo de agua de dos millones setecientos cincuenta mil kilómetros cuadrados, llamado Mar Caribe o de las Antillas, espejo acuático salino integrado al inmenso Océano Atlántico, -cuyo nombre deriva de Atlas, destacado titán mitológico griego-, que cubre una superficie de más de ochenta millones de kilómetros cuadrados, estimado como el segundo más extenso del planeta.
En valle engastado entre el firmamento, feraces tierras bañadas por las aguas del río Manzanares que baja de la estrella hídrica de San Lorenzo, blancas arenas mojadas por las olas marinas en constante avance y retroceso, y la majestuosa Sierra coronada con penachos de hielo, asentó don Rodrigo de Bastidas la ciudad que, por licencia que le expidió el Monarca español don Carlos V, debía fundar en tierra firme de la América del Sur, en la franja costera comprendida entre el Cabo de la Vela y Bocas de Ceniza, nombre este que corresponde al color que adquieren las aguas del Mar Caribe y las del río Magdalena al combinarse en la desembocadura del caudaloso afluente.
El adelantado, escribano de la Sevilla hispana, cumplió su cometido. El 29 de julio de 1.525, según crónicas concordantes, el fundador, en solemne ritual proclamó el acontecimiento histórico, y bautizó la ciudad con el cristiano nombre de Santa Marta, en homenaje a la santa cuya celebración hacían en España en esa fecha. En el acto inaugural estuvo acompañado de una comitiva, el sacerdote Diego de las Peñas y varios nativos. La fundación de la villa de Bastidas se conmemora año tras año con el fervor que los buenos hijos del terruño le deben ofrendar a su ciudad materna y con el tributo de gratitud de los foráneos para con el solar hospitalario que los acoge amablemente.
A propósito del nombre del fundador, algunos le agregan Galván después de Rodrigo. Adición nominativa que no cuenta con fundamento sólido según versión bien documentada del prestante médico y acucioso y consagrado historiador Arturo Bermúdez Bermúdez en su biografía de Bastidas.
Don Rodrigo no llegó de improviso a hacer la fundación de Santa Marta. En 1.502, con bastante antelación a la fecha fundacional, había navegado por las aguas del Caribe; descubrió y le escogió nombre al río grande de la Magdalena, y le dio denominación al golfo del Darién.
Sobre las condiciones personales del notario de Triana distinguidos amantes de la historia han ponderado sus singulares calidades y actitudes. Destacan su talante humanitario y el trato magnánimo que le daba a los pobladores vernáculos de la provincia de Santa Marta. El esfuerzo que realizaba para evitar que algunos de sus lugartenientes animados por la codicia económica despojaran de sus bienes a los aborígenes y perpetraran violencia y abusos sexuales contra las mujeres indígenas le granjeó la malquerencia de los sediciosos. Autores atildados encuentran en el comportamiento recio de Bastidas para reprimir a los abusadores, ladrones y vándalos el móvil que llevó a algunos de estos, Juan de Villafuerte y Pedro de Porras, a ejecutar el atentado criminal contra Bastidas.
Las arteras puñaladas inicuamente infligidas al altivo fundador la noche en que dormía en la carpa que le servía de alojamiento fueron tan graves que le causaron la muerte el 28 de julio de 1.527, en Cuba, donde don Rodrigo, por lo crítico de su estado, hizo escala, en procura de recuperación, pensando continuar su viaje hacia Santo Domingo, su residencia habitual. Interesante literatura hay escrita sobre Santa Marta: En aras de brevedad apenas mencionaremos: La Floresta de la Santa Iglesia Catedral, La Perla de América y las biografías de Bastidas de los doctores Rodrigo Noguera Barreneche y Arturo Bermúdez Bermúdez.