Educarnos políticamente

Columnas de Opinión
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Lo que hoy en día estamos viendo alrededor de las distintas campañas electorales y más exactamente respecto de las próximas justas electivas, importa sobremanera que políticos, grupos, movimientos y partidos políticos en general se interesen en hacer con sindéresis de grandes ejercicios políticos, en el entendido y razón que es la política el conjunto de actividades que se asocian con la toma de decisiones  en grupo, u otras formas de relaciones de poder entre  individuos, como la distribución de recursos o el estatus; así como también el arte, doctrina o práctica referente al gobierno de los estados, promoviendo la  participación ciudadana al poseer la capacidad de distribuir y ejecutar el poder según sea necesario para garantizar el bien común en la sociedad.

Saber que no se trata de hacer oposición porqué sí, obstaculizar al adversario, emprender campañas de desprestigio, ofrecer y prodigar prebendas a cambio del favor en las urnas, emociones que indican culpables, agravios en redes sociales , injurias, exclamaciones e imputaciones por doquier, polarización, desinformación y miles de acciones fuera de lugar, listado que pudiera ser infinito y que en últimas es parte, aunque agravada, de lo mismo que venimos haciendo desde siempre y desgraciadamente se encuentra en el ADN de cómo hemos hecho y practicamos la política, desdibujando por completo la función, misión y visión de ese tan noble oficio.

Es esta forma y manera de hacer política, un desafuero, ya que para nada, a juzgar por lo que en ella se realiza como práctica corriente, importan los avances que más significativos sean o puedan ser para la sociedad en su conjunto, lo que se constata en el poco relevo de dirigentes, mandatarios y servidores públicos a quienes rotan de cargo en cargo, la repetición de la repetidera de las ofertas de campaña, procesos de capacitación que se instauran para triunfar electoralmente; los mínimos guarismos de aceptación, popularidad y credibilidad, acompañados de graves críticas y el desapego cada vez mayor de las personas quienes manifiestan no interesarles la política, que asimilan a escenarios de corrupción cada vez mayores.

Estamos sumidos realmente en círculos concéntricos de perdidos rumbos en los que solo predominan demagogia, engaños, mentiras, populismo y confrontación, protagonistas perniciosos y perversos que parecen hacer parte y tatuados están en nuestra desafortunada y mal llamada cultura política, lo que indica en manera apremiante y prioritaria que tenemos y estamos en la obligación de educar a nuestra ciudadanía y comunidad en política, empresa gigante de largo aliento, pero que debe y tiene que hacerse so pena de seguir inmerso en desvaríos.

Impone lo cual volver a la cívica, la historia, la ética, la moral, tolerarnos, conversar, escucharnos, construir con razones en el diálogo, ir tras la búsqueda y procura de consensos y negociaciones para alcanzar positivos resultados para todos; aspectos que deben darse tras acciones permanentes, constantes y continuas en todo espacio y lugar, camino a que se toquen los más variados puntos de vista  y se den las alternativa y soluciones mejores y mayormente viables, romper todo asomo de polarización, para así avanzar en la exigencia de derechos, pero igualmente observar a cabalidad de los deberes y las responsabilidades que implican y a los que estamos obligados a cumplir como ciudadanos.



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