Miedos y fobias

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Todos, en algún momento de la vida, experimentamos miedo. Con el tiempo, algunos de esos intimidantes temores pueden transformarse en fobias, para algunas de las cuales jamás habrá solución.
Decía Michel de Montaigne: “A lo que más miedo le tengo es al miedo mismo”. Esa emoción primaria de supervivencia es tan arcaica como el hombre mismo, producto del desconocimiento de los fenómenos circundantes y la inseguridad causada por ellos; según Krisnamurti, el miedo es la incertidumbre en busca de seguridad. Ha sido objeto de estudio por parte de psiquiatras, psicólogos, sociólogos, filósofos, chamanes y todos aquellos cuya disciplina se relaciona con las acciones del individuo y su interacción en la sociedad. Y es que el miedo ha sido conductor de la humanidad; puede ser motor o freno; en una de sus expresiones más complicadas se transforma en parálisis fóbica. Cuánto más comprendamos algo, menos temor tendremos de ello.

¿Qué es el miedo? Los estudiosos lo definen como una sensación de ansiedad provocada por un peligro real o imaginario; una reacción emocional provocada por cualquier objeto o situación. Puede ser innato o adquirido, sea por aprendizaje o condicionamiento. Lo enfrentamos de varias maneras: nos paralizamos, amenazamos o atacamos, o huimos para evitarlo. Las consecuencias para la persona pueden traducirse en distintas manifestaciones como los trastornos obsesivos compulsivos, ataques de pánico, estrés postraumático o fobias. Estas, a su vez, se caracterizan por una reacción exagerada sin justificación real; diga usted, a morir por la picadura de un insecto inofensivo. La sensación de miedo es incontrolable y desproporcionada en relación con el motivo causante; claramente, hay respuestas fisiológicas, a veces nocivas.

Los miedos y fobias han sido abordados desde distintas ópticas: para entenderlos, es menester reconocer sus causas. La decisión de superarlos y el trabajo de los terapeutas externos es fundamental para enfrentarlos y, en lo posible, solucionarlos o al menos manejarlos en debida forma; no siempre se logra borrarlos totalmente. Es importante saber cuáles han sido los efectos nocivos y, sobre ellos, elaborar un plan de trabajo cuyo propósito final sea superar el miedo y sus efectos. Por ejemplo, Jorge VI de Inglaterra manifestaba sus temores mediante la tartamudez. Para declarar la guerra a la Alemania nazi en 1939 debía preparar un discurso que sería difundido por la radio; un terapeuta empírico lo ayuda a superar ese miedo y el monarca logra dar su alocución correctamente. Esto quedó plasmado en el filme “El discurso del rey”. Ciertamente, en muchos casos los miedos son superables si se reconoce, entiende y aborda debidamente la situación.

Las fobias, por su parte, son temas mucho más complejos, a veces insuperables. Son respuestas exageradas de ansiedad extrema súbita, en las que se pierde el control. Existen diversos tipos de fobia: las específicas y las sociales agrupan a todas ellas. Las primeras aparecen en situaciones concretas: la presencia de ciertos animales, alturas, oscuridad, espacios cerrados, personas, etc. Las fobias sociales se desencadenan por el temor intenso y consistente de ser observado y juzgado por otras personas; aun cuando a veces se tiende a confundir con la timidez, es realmente un problema de salud mental que afecta la vida familiar, laboral o social de los individuos, impidiéndoles alcanzar todo su potencial.

No se preocupe usted si padece de miedos y fobias: casi que cada ser humano los sufre. Hitchcock tenía fobia a los huevos; no los comía. Disney, el creador de Mickey Mouse, temía cervalmente a los ratones. Chopin padecía agorafobia, temor a los espacios abiertos. Woody Allen sobrelleva numerosas fobias. Un secreto de Alejandro Magno que no conocieron sus enemigos: temor a los gatos (ailurofobia). Erasmo de Róterdam sentía pánico al olor de pescado. Johnny Depp padece coulrofobia, temor a los payasos. Además de la musofobia que muchísimos colombianos tenemos, nos afecta en grado sumo la harpaxofobia; todo ello se conjuga en la politicofobia, irrefrenable y creciente por estos días. Recíprocamente, nuestros mandatarios parecen sufrir de aporofobia.


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