Palestina, un país ocupado

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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



El pueblo judío, expulsado de su territorio por los romanos en el año 70 D.C., quería regresar a su "tierra prometida"; estaban cansados de persecuciones, asilamiento, vejaciones y hasta genocidio.

La mejor manera de poseer tranquilidad era tener su propio territorio.

A principios del siglo XX lograron que la corona británica, en 1917 emitiera la Declaración de Balfour, resultado del Primer Congreso Sionista de 1897, y con el apoyo de los Estados Unidos, se aprobara la creación de una patria judía en tierras palestinas, sin que ello debiera significar perjuicios a las comunidades árabes.

En el interregno de las dos guerras mundiales, la Sociedad de las Naciones le asignó al Reino Unido el mandato sobre Palestina, antes en manos del Imperio Otomano; se fomentaron migraciones y asentamientos judíos en ese país.

Terminada la Segunda Guerra Mundial, los británicos se retiran de Palestina poco después de que la ONU decretara el nacimiento del Estado de Israel y la ocupación armada de la nación árabe.

De ahí en adelante la historia es más conocida; varias guerras entre los dos países que terminan con la ocupación israelí de Palestina, lo que ha generado los conflictos que hoy tienen ocupada a la ONU en tan crítico tema. Sin tratarse de una guerra religiosa, no hay duda que el componente confesional es transcendental.

Todas las negociaciones entre las dos naciones para la devolución del territorio palestino han fracasado, aun cuando los Acuerdos de Oslo de 1993 casi concluyen con la anhelada paz: los noruegos facilitaron el diálogo secreto entre Isaac Rabin y Yasser Arafat, lográndose una negociación que satisfizo a los negociadores: merecieron el Premio Nobel de la Paz al año siguiente. La noticia no tuvo buen recibo en Israel, los ánimos se enardecieron y un judío de la extrema derecha, Yigal Amir, acabó a balazos con las esperanzas de dos naciones hermanas de vivir en paz.

Los palestinos, ahora confinados a pequeños y precarios territorios, siguen viviendo el mismo drama que sus opresores sufrieron a manos de los nazis: hacinamiento, hambre, enfermedades, etc.; pero ellos no son los responsables de esta guerra fratricida: eran los dueños del territorio cuando la ONU, unilateralmente, decidió cercenar su país. Los caminos emprendidos para recuperar su tierra y su paz los han llevado a laberintos insondables.

Curiosamente, la gente de ambas naciones desea la paz y la convivencia concorde; sus líderes serios también, y el mundo en general lo anhela.

Los fundamentalistas de ambos lados lo impiden, azuzados además por perversos intereses: Hamás se enfrenta a cualquier intento de la Autoridad Nacional Palestina de crear una nación para su pueblo que permita la existencia de Israel; a su vez, los partidos políticos Likud y Kadima, con cualquier argumento, se oponen a las propuestas palestinas: avanzan en la consolidación de los asentamientos judíos en territorio prohibido y promueven el infame muro que aislará a sus vecinos. Desde el exterior, estadounidenses y británicos se contraponen a cualquier negociación multilateral; los traficantes de la muerte desean que la guerra siga indefinidamente.

Ante la insoluble postura, el secretario General de la ONU, Ban Ki-Moon promovió la presencia en la Asamblea General del presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, quien expuso la necesidad de la intervención de la ONU para cumplir el sueño de millones de maltratados palestinos, hoy sin un país, un pasaporte o una nacionalidad válida: tener su propia patria, tal como la misma ONU se lo concedió a los israelíes.

Esto no ha sido del agrado del primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, quien insiste en seguir con el eterno cuento del gallo capón: el diálogo bilateral.

La Asamblea apoyó mayoritariamente la propuesta palestina de adhesión a la ONU, y el caso pasa ahora al Consejo de Seguridad. En ese órgano, a favor de los palestinos están Rusia, China, Brasil, Líbano y Sudáfrica; en contra, Estados Unidos, Reino Unido; Colombia se mostró partidaria del bilateralismo y posiblemente se abstenga.

Si los palestinos logran la mayoría de los votos, Estados Unidos impondrá el derecho al veto, y el caso se complicará aún más. El statu quo seguirá, la opresión israelí será peor, la Guerra Santa (Yihad) se hará presente, se desvanecerá la ilusión de una nación palestina, y los pobladores de Cisjordania y la Franja de Gaza seguirán en su eterno holocausto.

Como dicen los africanos: en pelea de elefantes, el que pierde es el pasto. La gente del común, ese sufrido pueblo palestino recibe la agresión del potente y moderno aparato militar israelí; los ciudadanos de a pie de Israel son víctimas del terrorismo fundamentalista musulmán: con esas acciones, el camino hacia la convivencia y la paz no se vislumbra. Porque finalmente, la capital del judaísmo internacional se encuentra en Washington, cabeza de la mayor potencia militar y económica actual. Así no se puede.



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