El Futuro a labrarse

Columnas de Opinión
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Aunque nadie sabe a ciencia cierta cuánto durará esta emergencia que nos hizo más vulnerables, que ha generado crisis bastante en lo sanitario, económico, social y ambiental, bueno es ir pensando lo que se va a hacer cuando lleguemos al final de la misma.

Voces muchas anuncian que serán por lo menos cinco años para que la vida retome su normalidad anterior, que todo pasará como si nada hubiera cambiado dicen otros; y algunos más que, por el contrario, las condiciones que surgirán serán de suyo muy diferentes como también distintas a las que antes existían.

La situación antes de la pandemia ya arrastraba en nuestras unidades territoriales una serie de problemas acumulados de forma simultánea en lo económico, administrativo, gestión y gerencia públicas, caída en el Producto Interno Bruto (PIB), deficiencia en la política anticorrupción, recursos limitados en todos y cada uno de los sectores socioeconómico y por ende baja eficiencia y reducción en los niveles de empleo, de consumo; y, comprometidos los recursos en proyectos de discutible validez técnica, financiera y política, incidiendo en la credibilidad de la administración. 

Nuestro desarrollo departamental y distrital ya se encontraban en difícil predicamento cuando irrumpió impensadamente la mortal pandemia; y el sector salud, objeto de grandes recortes, fracturado ya estaba en su capacidad de respuesta y agravado por las malas y peores decisiones que intensificaban de manera frecuente los múltiples problemas, lo que requiere ir pensando en una superior planeación y cambios estratégicos acordes con las propias realidades y necesidades.

Cuando esto pase, nos veremos enfrentados a la alternativa de volver a los lineamientos que venían dando pingues resultados o, bien, proponer nuevas y mejores rutas. Volver a lo mismo, significa que nada aprendimos de la tan nefasta experiencia que pasamos y que fue en medio de todo lo extremo, oportunidad para reflexionar sobre el incierto porvenir que nos espera si no cambiamos para bien y si no nos ponemos a tono con el resto de la comunidad de naciones, desenlace que define que es indispensable dar un vuelco de ciento ochenta grados en la relación de credibilidad y confianza que se requiere entre la ciudadanía y el gobierno para terminar con la incertidumbre de todos en el seno de la población; lo que impone, de cara a lo por venir, que todos y cada uno de nosotros definamos juntos con entereza, fuerza, vigor y convicción la búsqueda y procura de metas que nos una e integren en relación a la consolidación de superiores derroteros.

Nos espera y obligados estamos a reconstruir nuestro todo socioeconómico con programas que fortalezcan a las Pymes, filiales y empresas de mayor envergadura, para que articuladamente avalen la continuidad y el progresivo aumento del empleo con miras a la ampliación de mercados, lo que es además de importante, es urgente. 

Abiertos quedarán los espacios para evaluar lo sucedido, planear y crear conciencia de la necesidad de recuperar y rendir el tiempo para la productividad y la competitividad, promover el uso racional de todo cuanto signifique avanzar, medir el valor, aumentar la contribución y hacer en lo posible más fructífera actividades, cotidianidad y vida, lo que traduce prepararnos para triunfar y conquistar en unidad de propósitos, en lo que ayuda desplegar energías, confianza y capacidades con objetividad, en la verdad que de nuestra realización colectiva dependerá el éxito de todos.

Para reflexionar “Hay determinaciones que se toman en un segundo y que cambian un futuro entero.”