La figura terrorífica de Trump… la peor versión de sí mismo

Columnas de Opinión
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La comunidad internacional y los medios de comunicación han mostrado, una vez más, la radiografía de la personalidad de Trump, cuya máxima expresión de narcisismo se manifiesta al rehusarse a abandonar la Casa Blanca y negarse a aceptar su derrota, después de haber perdido las elecciones.

En la disección psicológica que hizo Juan Armando Corbín, psicólogo organizacional, del entonces nuevo presidente de los Estados Unidos en el año 2016, mostró en la página de internet psicologiaymente.com los 16 rasgos característicos de la personalidad de Trump: 1. La faceta narcisista de Trump, 2. Tendencia a la manipulación, 3. Piensa que el mundo gira en torno a él, 4. Megalomanía trumpiana, 5. Racista, 6. Autoritario, 7. Prepotente y arrogante, 8. Misógino, 9. Menosprecia a los demás, 10. Necesita ser admirado, 11. Carece de empatía, 12. Es extravertido, 13. Siente ansias de poder, 14. Intolerante, 15. Agresivo y 16. Fanático.

Y, Hoy, Jorge Riechman nos lo recuerda como “figura terrorífica. Y, de una manera extraña, uno intuye que hoy no cabe sentir casi ningún alivio. Como un ogro de cuento, lo más oscuro de lo que él representa – y que no es nada ajeno a lo que nosotros mismos somos- volverá”.

Evidentemente, debemos tener presente que el mundo está lleno de Tumpitis iguales o peores, como por ejemplo, la mitad de la población estadounidense preocupada exclusivamente por su bienestar y privilegios, soslayando la crisis ecosocial que padece el mundo, nuestros líderes políticos de izquierda y de derecha, y los trumpitis no reconocidos que pululan por doquier…sin duda, salta a nuestra vista la peor versión de Trump, como ser humano, que cualquiera de nosotros podría llegar a ser…sino trascendemos nuestro ego.

En efecto, la raíz primaria de todos nuestros males, es una crisis moral, tal como nos lo enseñó Juan Francisco Pérez Mercado, una capacidad de libertad interior incipiente y miope que nos limita la percepción y nos impide tomar decisiones que dominen a nuestros apetitos y a nuestro propio ego, vale decir, “tomar decisiones…bajo el señorío de la razón, en vez de hacerlo arrastrados por el determinismo de las tendencias instintivas, inclinaciones, hábitos y condicionamientos… pues el bien plenario de un hombre no puede concebirse como edificado sobre el mal de otro u otros, sino sobre el bien social, que comporta el bien individual de cada miembro de la sociedad”.