Bosques mágicos

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Entre terrenos densos de árboles, arbustos, matorrales y malezas, los animales propios y transitorios ayudan a mantener viva la biosfera. Cuerpos de agua y torrentes fluviales son alimento de las especies vivientes. Los bosques consumen CO2, producen oxígeno, ayudan a conservar el ciclo del agua y mantienen viviente al planeta. Un pequeño mundo de equilibrio entre las distintas especies vivas y el ambiente circundante.

Irlanda es prolífica en leyendas de bosques; los árboles eran sagrados para los celtas. Con el árbol de tejo los druidas hacían bastones mágicos y con palillos de su madera adivinaban el futuro; para los cristianos es vida, muerte y eternidad al mismo tiempo. Las ancestrales arboledas de tejo, por su preciosa madera, estuvieron al borde de la extinción; hoy están custodiadas. Los viejos abedules del bosque de Sherwood, Nottinghamshire, antiguo coto de caza real, fueron testigos de las aventuras de Robin Hood. Hay muchos otros sotos reconocidos: Erawan, en Tailandia, es un espectáculo vivo cuando el otoño se manifiesta cambiando el color de las hojas de verde a dorado; una cascada en medio de la espesura completa el maravilloso paisaje. Cerca de Rennes, Bretaña, existen el espejo de las hadas, la roca de los falsos amantes y el árbol de oro: no son lugares imaginarios. En el bosque de Paimpont también conocido como Broceliande, están el castillo de Comper, el roble de Guillotin de casi 1000 años y 10 metros de diámetro, y el roble de Hindrés, que da sombra al menhir considerado la tumba del legendario Mago Merlín.

Giant Forest, en el colorido Parque Nacional Sequoia, California, es hogar de los famosos árboles gigantes. La araucaria, o pehuén, es el árbol sagrado de los mapuches; su fruto los salvó de hambrunas. Al lado del lago Conguillío, en la región sur de Chile, está un enorme bosque de estas coníferas, que le confieren su nombre; está habitado por especies animales únicas, como muchas otras florestas. En el Parque Nacional de los Glaciares, cerca del Perito Moreno, los bosques patagónicos expresan su extraordinaria belleza. El milenario bosque de Sagano, cerca de Kioto, cuenta con senderos bordeados del venerado bambú del Japón que, conforme transcurre el día, produce cambiantes efectos luminosos. Las luces nocturnas completan el espectáculo, bendecido por el antiguo templo budista de Tenryujj. Savernake Forest fue el lugar en donde Enrique VIII conoció a Jane Seymour, madre de Eduardo VI, su único hijo varón; el otoño le confiere al bosque un especial colorido. El Parque Nacional de los Lagos de Plitvice, Croacia, es un fastuoso derroche de colores y formas; su hermosura singular supera a la mayor imaginación humana. La Selva Negra no es precisamente sombría; su variedad cromática cambia a lo largo del año. En la isla de La Gomera, Canarias, el bosque de Garajonay, conocido como la “selva de laureles” está formado por varios tipos de bosque.

Colombia, país megadiverso, posee hermosos bosques. Amacayacu, en el Amazonas; la Cueva de los Guácharos el santuario de flora y fauna Otún Quimbaya, en Risaralda; el cañón del Rio Claro, el Parque Nacional de las Orquídeas y el de los Katíos, en Antioquia; los Estoraques, los Yariguíes y muchos otros enriquecen la amenazada flora nacional.

Mi bosque mágico es, como el árbol de tejo, vida y muerte al tiempo; la vida espiritual y la muerte material. Tiene profundas raíces, troncos sólidos, millares de hojas, florece periódicamente y sus frutos parecen inagotables. Son mis libros; distintas materias, obras diversas, autores variados. Cada uno representa el sacrificio de varios árboles, la creatividad y el trabajo del autor, material y espiritual. El inevitable desenlace vegetal abre el ciclo del conocimiento útil y aplicado. Leer, aprender, aplicar, cambiar, mejorar y enseñar son algunos verbos por los que vale la pena el sacrificio vegetal. Desde luego, cada quién tiene su bosque que cuida con esmero y dedicación para sumergirse en él, perderse en su fronda y salir con renovadas energías.