Escrito por:
Francisco Vásquez Atencio
Columna: Opinión
e-mail: francisco.vasquez.atencio75@gmail.com
Twitter: @franvasquez_06
La ética es lo propio de las personas inteligentes y a veces supone un sacrificio del interés propio, que resulta pequeño comparado con el beneficio general que obtenemos todos como resultado de haber hecho lo correcto; de ahí que debamos ver la ética y lo ético como una herramienta para tomar decisiones inteligentes, en el entendido que ayuda a ver más allá del propio interés de corto plazo, a reconocer a los demás como seres iguales a mí y, por lo tanto, a aceptar que sus intereses son tan legítimos como los míos, como bien sostiene innumerables como importantes tratadistas de la temática.
Nos pide la ética usar la capacidad de ver más allá de nuestra cortedad, en la seguridad que de actuar todos así, más temprano que tarde y más pronto que después, ayudaremos a desarrollar la inteligencia colectiva, lo que nos llevará sin duda, a tener una vida, una sociedad y una convivencia mejor para todos.
Signo de ser inteligentes es cuando se piensa, además de beneficiarse a sí mismo, beneficiar a los demás, lo cual es a todas luces una decisión ética. El ingenuo implica o denota ingenuidad, es sincero, sin doblez y actúa sin tener en cuenta la posible maldad de una persona o la complejidad de una situación. El incauto, beneficia a los demás, pero se perjudica a sí mismo. Quedan además los malvados o bandidos, quienes siempre están dispuestos a perjudicar a los demás con el fin de beneficiarse a sí mismos; y, de igual manera, los estúpidos, quienes perjudican a los demás y se perjudican a sí mismos, y desafortunadamente, son la mayoría.
Los malvados, si bien perjudican a los demás, “se benefician a sí mismos”; vale decir, que al menos producen algún beneficio como afirma Carlos M. Cipolla, y continúa diciendo, que, por ejemplo, desde el punto de vista económico permitían que algunos bienes cambiaran de manos, mientras que los estúpidos no generaban intercambio alguno. Investigaciones entre otras muchas que lo llevaron a formular "leyes básicas de la estupidez", que con el tiempo se convertirían en sus normas más conocidas universalmente.
Son principios que se recomienda leerlos atentamente para evitar caer a futuro en trampas propias y ajenas; y son: -Que siempre e inevitablemente cualquiera de nosotros subestima el número de individuos estúpidos en circulación. -Que la probabilidad de que una persona dada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica propia de dicha persona. –Que una persona es estúpida si causa daño a otras personas o grupo de personas sin obtener ella ganancia personal alguna, o, incluso peor, provocándose daño a sí misma en el proceso. -Que las personas no estúpidas siempre subestiman el potencial dañino de la mente estúpida; constantemente olvidan que, en cualquier momento, en cualquier lugar y en cualquier circunstancia, asociarse con individuos estúpidos constituye invariablemente un error costoso. -Que una persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que puede existir.
Así las cosas, importa ver en que se está y corregir para avanzar. Actuar con criterios definidos, estructurarnos mejor y buscar la alternativa de ser y hacernos útiles, una de las formas mejores de comprometernos y definir horizontes beneficiosos para todos.