Profesión peligro

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Escrito por:

Ricardo Villa Sánchez

Ricardo Villa Sánchez

Columna: Punto de Vista

e-mail: rvisan@gmail.com



Nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti. John Donne

La franja blanca de la bandera de Sampués, en Sucre, según su alcaldía, representa el espíritu pacifista y tolerante de su gente. La tolerancia, esa palabra poco consistente, como cuando le llaman a un homicidio agravado, crimen de intolerancia. Nunca turbe la Paz la violencia, reza el himno de este pueblo que ronda altos niveles de pobreza, ubicado en la parte baja del Valle del Rio Sinú, que hace parte del Resguardo Indígena Zenú, donde, en su mayoría, viven campesinos que además de labrar la tierra, hacen artesanías, como el sombrero vueltiao, las mecedoras, las abarcas, entre otros productos. Según la Anla, a esta región la atraviesan líneas de hidrocarburos, también, se construye la segunda calzada Sampués-Sincelejo, con ocupaciones del río para redes de alcantarillado pluvial y para acueductos locales.

Con la firma del Acuerdo de Paz, la gente de Sampués, que ha sufrido el despojo de tierras, el desplazamiento (8,9% en el índice de impacto demográfico) en una región que se tomaron a sangre y fuego los paramilitares, donde negociarían el ganado robado, con las transferencias para el sostenimiento del Resguardo Indígena, las regalías del petróleo, el impuesto al gramaje de las drogas que se traficaban en el corredor estratégico entre la Depresión Momposina y el Golfo de Morrosquillo, entre otras actividades ilegales.

Para muchos, en ese contexto, no fue sorpresa que el pueblo de Sampués, saliera a las urnas, con esperanza, en el plebiscito por la Paz, para que ganara el Sí, con el 59,72% y que, en las pasadas elecciones, con el 32,47% estuviera a punto de ganar las elecciones a la alcaldía el Movimiento Indígena MAIS, derrotado por Cambio Radical. Sin embargo, después de la firma del Acuerdo, en vez de avanzar hacia la reconciliación o de hacer de esta Región vital, un laboratorio de Paz, por ejemplo, casi un centenar de líderes indígenas, han sido asesinados, en medio de una disputa territorial entre las nuevas generaciones de bandas delincuenciales. Es más, en Sampués y sus alrededores, desde 2016, empezaron a circular panfletos amenazantes, como en la Mala Hora de Gabo, adjudicados a bandas como ‘Mano Negra’, el Comando Central de Limpieza, los Caparrabos, el Clan del Golfo, y hasta disidencias de las Farc, que volverían muy pronto el liderazgo social, una crónica de una muerte anunciada.

Allí, como ha ocurrido en otras muertes de líderes sociales, quizás como cortina de humo, el 2 de octubre de 2017, asesinaron a Luis Villadiego Puentes, según las autoridades locales, por oponerse a que le hurtaran su motocicleta, mientras departía con otras personas, y dos tipos llegaron a hostigarlo, en la vereda el Achiote de Sampués. A los pocos días, capturaron a Alias Ratón Mojado, el presunto autor material, que manifestaron militaba en la banda delincuencial Los Mataperros.

Michel Forst, Relator de Naciones Unidas, sostuvo en febrero de este año que Colombia es uno de los países más peligrosos del mundo para la defensa de los derechos humanos. Las cifras solas no muestran la tragedia humana que hay detrás de cada caso. Por eso estamos recuperando los rostros y las vidas de algunos líderes asesinados. En este caso, contar la historia de Luis Villadiego Puentes, presidente del Acueducto Regional Indígena, defensor de derechos humanos y líder social del corregimiento El Paqui, de Sampués. Con más de 15 años trabajando por la comunidad indígena, quienes lo recuerdan como una persona caritativa y carismática que no habría recibido ningún tipo de amenazas. Allí uno se pregunta, como lo hizo José Saramago: ¿Qué clase de mundo es éste, que puede mandar maquinas a marte y no hace nada, para detener el asesinato de un ser humano? Ojalá este crimen no quede en el olvido y la impunidad.


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