Y mataron al santo…

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Ricardo Villa Sánchez

Ricardo Villa Sánchez

Columna: Punto de Vista

e-mail: rvisan@gmail.com



En las aulas del Externado conocí a este personaje polémico e inolvidable. Lo escuché hablar, pensando este es el propio barranquillero, mientras contaba que siempre viajaba en primera clase en Avianca, mostrando la cédula de su hermano Julio Mario. Sin embargo, nos hicimos amigos cercanos, que como bien lo dice Gabo, desde el primer momento se tratan de tú, pero cuando ganan confianza, se hablan de usted y que así tarden años en verse, siempre vuelven a hablar la misma vaina.

La última vez que conversamos, me llamó desde una línea que marca privado en la pantalla. Me contó que dirigía una revista literaria, que le enviara mis escritos, le escuché tranquilo, pero cuando empezó a hablarme de su nuevo credo político, le colgué. Le perdí la pista, hasta una tarde que fui a Barranquilla, me lo tropecé en un café, nos dimos un abrazo, mamamos gallo un rato, me dijo, con su artistada: -Villa, ya es hora de que se lance a la Alcaldía de Santa Marta, nuestra generación tiene que llegar al poder. Le contesté muerto de la risa: -Nojoda, Santo cuando me financie usted la campaña… Después de reírnos del cuento, él me invitó a que nos tomáramos un tinto, sólo alcancé a afirmarle: -La próxima vez que venga te busco, Santo. La próxima vez que ya no será.

No volví a saber de él, hasta el pasado sábado en la mañana, cuando anunciaron su violenta muerte, en un artículo que parecería la justificara. Luego la gente, con esa cultura de Circo Romano, viralizaron, el video en que lo asesinan y las fotografías dantescas, de su cuerpo inerte, sin pensar en el dolor de sus deudos, en su memoria, dignidad y derechos. Michel Forst, Relator de Naciones Unidas, sostuvo que Colombia es uno de los países más peligrosos del mundo para la defensa de los derechos humanos. Las cifras solas no muestran la tragedia humana que hay detrás de cada caso. Hoy, como otros columnistas, quiero recuperar el rostro de Santo, contar su historia y rechazar la muerte violenta, del primer abogado asesinado de nuestro combo, en aquellas épocas del estrésnado, así como se repudia la muerte en Ciénaga, pocos días antes, de otra colega Pierangelly Hugueth Henríquez.

Y mataron al Santo. Recuerdo cuando sacamos con él, la más alta votación, hasta esa fecha, para el Consejo Directivo. Era un tipo beligerante, de discurso elocuente, con ribetes de declamador, que se burlaba del arribismo, cuando vociferaba que él no era hijo de un político costeño, sino que era el hijuepoeta; cuando haciendo campaña en las aulas, les decía cínicos a los profesores, o cuando entrábamos a la antigua biblioteca, que quedaba debajo de la oficina del rector, y coreábamos: - Fernandinho, Fernandinho eu estou aqui!

Cada quien cogió su camino. Una vez lo vi en un noticiero cuando hizo cerrar un almacén de cadena, acusándolos de publicidad engañosa o la leyenda del record de presentación de más de 700 acciones populares, en su ciudad. Nunca supe lo que manifiestan en los intentos de necrologías de estos días, en los que además de mostrar cómo en los últimos tiempos habría asumido otra ideología, lejana a la mía, pero que, en su twitter, seguía con su carácter crítico valiente, y propositivo. Notas en las que parece que buscaran lo que había hecho, lo que había denunciado, por lo que quizás “merecía” la muerte, o expresaran que militaba en el partido de gobierno, que andaba en raros pasos y representaba a gente poco recomendable. Una persona que caminaba, paseando a su perro, con total tranquilidad, muy cerca de un CAI, en un barrio en Barranquilla en el que no permiten parrillero en motocicleta y que, para la posteridad, habría dejado, en sus últimos trinos, quizás algunas pistas para develar quienes estarían detrás de su muerte. Ojalá nunca más en un país democrático y civilizado, esto ocurra. Paz en su tumba.