Escrito por:
Hernando Pacific Gnecco
Columna: Coloquios y Apostillas
e-mail: hernando_pacific@hotmail.com
Mediados del siglo XIX. El cólera asuela a Cartagena; se registran 2.400 víctimas entre una población de 10.000 habitantes. Un brote originado en Bengala se difundió por todo el orbe.
En la América prehispánica se registran epidemias, a pesar de la higiene y la buena salud de los aborígenes. El Códice Chimalpopoca describe las heladas que en 1450 condujeron a la hambruna, contaminación de las aguas y epidemias en el Valle de México. Un “catarro pestilencial” (¿influenza?) azotó a los mayores. Los años siguientes limitaron los tributos y ofrendas a los dioses para poder alimentar a la población. Esto y la guerra de los chalcas explican la migración de los pobladores a otras tierras. Posiblemente, antes de Colón, en todo el continente había entre 40 y 80 millones de habitantes, datos imposibles de precisar. El arribo de los españoles redujo significativamente la población; cuantas víctimas hubo, es también imposible de cuantificar. Las causas primarias fueron las confrontaciones armadas, los malos tratos, la esclavización y el exterminio sistemático; un enemigo peor, las enfermedades, abatirían sostenidamente a los nativos. Los gérmenes que trajeron los españoles y sus animales causaron estragos espantosos; la población mexica de unos 25 millones se reduce a la mitad. La Salmonella Entérica ataca a los indígenas tras la llegada de Hernán Cortés. La epidemia de viruela fue determinante para vencer a Tenochtitlán; el enfrentamiento durante la Noche Triste, derrota española, causó la posterior baja por la enfermedad de al menos 2 millones de indígenas, según los historiadores. La calamidad se alzó triunfante.
Otras enfermedades que flagelaron a los aborígenes tras la conquista fueron la viruela, el sarampión, las paperas y la gripe. Un brote en 1576 diezmó nuevamente a la población. Huey cocoliztli (gran mal) le llamaron los nativos; pujamiento con sangre, los españoles. “Las fiebres eran contagiosas, ardientes y continuas, en su mayoría letales. La lengua quedaba seca y negra. Enorme sed”, escribió Fray Juan de Torquemada. Otros síntomas eran puntos rojos en la piel, vómitos y hemorragias abundantes; la Paratyphy C fue la causante. Según el médico español Agustín Muñoz Sanz, el 90% de la población caribe y arawak murió en los veinte años siguientes a la primera llegada de Colón y sus hombres; toda una tragedia demográfica. Las vías de transmisión eran variadas; respiratoria, digestiva, contacto directo, piojos y posteriormente los mosquitos diseminaron gripe, viruela, sarampión, diarreas, fiebre tifoidea, tifo, lepra, malaria y fiebre amarilla. Sin saberlo, los europeos conquistaron América mediante una guerra biológica. Francisco Pizarro sometía a las tropas del Imperio Inca de Huayna Cápac gracias a sus inesperados aliados, la viruela y el sarampión. El colapso demográfico por las epidemias fue determinante.
Con el pasar del tiempo los sistemas sanitarios iban mejorando, se ganaba en resistencia y era más eficaz la lucha contra los vectores. Pero el castigo divino era sordo; los ruegos a la Virgen y los santos no funcionaron. Posteriores plagas azotarían a América. La “peste neumónica” se instaló en los departamentos del Magdalena y el Atlántico entre 1913 y 1914. Esa vez sí hubo duras restricciones a la navegación hacia los puertos del Caribe colombiano que duraron hasta 1920. La influenza se ensañó con bogotanos y boyacenses entre 1918 y 1919. En los siglos XIX y XX se sumaron zika y chikunguña a las endemias de dengue, fiebre amarilla, malaria y otras. Ahora, el coronavirus nos hostiga implacable y pone a prueba a la ciencia, los sistemas de salud, la tecnología, la informática y la disciplina social.