Democracia del siglo XIX

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Ricardo Villa Sánchez

Ricardo Villa Sánchez

Columna: Punto de Vista

e-mail: rvisan@gmail.com



“La única democracia que hoy tiene sentido es la que plantea la paz como su valor supremo”. Toni Negri


Hace un tiempo leí de Toni Negri que “es necesario volver a las palabras que significan algo”. El concepto de sustitución constitucional se entiende que requiere de un especial procedimiento de reforma, en la que se debe acudir al pueblo, como poder constituyente primario.

A raíz del debut del Estatuto Gobierno - Oposición y de los efectos de los Acuerdos de Paz, estaría el Congreso de la República en una especie de “metamorfosis biopolítica”. Con la llegada del nuevo gobierno, se ha presentado una agenda legislativa dispersa, que es necesario articularla a la discusión del nuevo Plan Nacional de Desarrollo y sopesarla con la Constitución de 1991. Sin embargo, en la coyuntura actual, se encuentra debatiendo el país político, una serie de reformas retardatarias que llevan a pensar en la contradicción de un Estado que cualquier despistado pensaría que transita hacia una segunda modernidad, pero en el que sus principales dirigentes, pareciera, estuvieran pensando el país de un siglo atrás. Para la muestra varios botones sin ojales de construcción de confianzas o de sintonía con las necesidades reales de la nación, sino que de sopetón, las ponen sobre la mesa o se están discutiendo en el seno de la planeación de escritorio o del ‘pupitrazo’ limpio.

Se empieza con esta perla: una reforma electoral que permita la unificación del calendario electoral. Nos la muestran en perspectiva de austeridad en el gasto, afirmando que la olla presupuestal está raspada. Además, que en su transición, a pesar de sus riesgos, se podría pensar en ampliar el periodo de los actuales alcaldes y gobernadores, y corporaciones públicas, para unificarlos en la siguiente elección presidencial; hasta el punto que plantearían, válgame Dios, revivir, la reelección, por una vez, de manera inmediata, de los burgomaestres.

Pero, no nos dicen, que por ejemplo, con un planchón, en listas cerradas, que parta, para el arrastre, de la figura del candidato presidencial, pasando por las corporaciones públicas y demás cargos uninominales de elección popular, el mismo día y por el mismo canal, en vivo y en directo y en simultánea, podrían de tajo sacar del juego a los alternativos, para lograr el premio mayor: un gobierno de castas.

Otro punto, que aún no han dejado masticarlo, sería la unificación de las altas cortes, que como trinó Ernesto Samper podrían arrodillar a la justicia para ponerla al servicio de un gobierno fascista. Siguen, con ponencias positivas del centro, con la propuesta de establecer una segunda vuelta para la elección de la Alcaldía de Bogotá, para que en el futuro la izquierda no vuelva a ganar la joya de la corona. Le ponen el acelerador a la eliminación de las Listas con Voto Preferente porque, según ellos, esto más que ampliar la participación, aumentó el valor de las campañas electorales. Hablan de que hay departamentos sin representación en el Senado, por lo que deben volver a la circunscripción regional para estos congresistas, sin decir que la mayoría de los de la oposición vencen de a puchitos, entre sus electores de opinión. Ruidos de intervención militar o de apoyo a invasiones extranjeras en países hermanos; deseos insaciables de centralización excesiva el Estado, de reformas tributarias inequitativas; de estigmatización de la protesta social, de eliminación de las consultas previas, de legalización del despojo de tierras, de cortinas de humo, en fin, de concentración de la riqueza y del poder, bajo la perspectiva fallida de la leche derramada. Si lo alcanzan, sería como decir: vengo del futuro y estamos en una forma de gobierno del Siglo XIX que deja a un lado la calidad de la democracia.

Si se estudia cada propuesta en contextos aislados, no habría tanta preocupación. Si se analizan en su conjunto, sería como una amenaza de golpe blando, la tentativa de someter la sustitución de la Constitución, a través de un acto legislativo o de leyes ordinarias, como pretenden hacerlo. Al final de cuentas, en la mira le temen a la posibilidad de una amplia convergencia, con vocación de poder, en las próximas elecciones.