De frente al mar

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Ricardo Villa Sánchez

Ricardo Villa Sánchez

Columna: Punto de Vista

e-mail: rvisan@gmail.com



“América es una sola, desde el Rio Bravo hasta la Patagonia”. José Martí. 

Alguna vez leí en una de las obras de Carlos Castañeda que  Don Juan decía que la humildad es poder mirar a los ojos a cualquier persona. Quizás esto simboliza el tríptico de estatuas entre El Camellón y el Parque de Bolívar, la de El Escribano, de espaldas al océano, y las de Gabriel García Márquez y de El Libertador, de frente, al azul radial, que se observan, es más, parece se cuentan, vivencias del Mar Caribe, de la Carta de Jamaica, de La Española, de Macondo, de Gitanos, Árabes y Judíos errantes, de indígenas y africanos, de las disputas de cañones y barcos, entre holandeses, ingleses y franceses, con sus piratas, contra las flotas ibéricas, en los lugares en que intercambiaron el mestizaje, los negocios, los amores, la sangre, los odios, los sueños; el castellano con las lenguas criollas, indígenas y raizales, con las europeas, las del África y del Oriente, con las personas que aún, con esperanza, se refugian de las venganzas, y del olvido o que huyen de sus astucias y artimañas. 

Tantos que pasaron por aquí, con sus inventos, sus espadas, sus relatos, sus  balones de futbol, sus botellas de licor, su poesía, sus deudas, sus amistades, sus creaciones, sus ideas, sus compañías en enclave, sus bonanzas  y el sincretismo de sus creencias. Mientras traían, y  se llevaban, por vías formales, algunos, y otras ilegales, tesoros, conocimientos ancestrales, contribuciones, guerras y fiestas, bajo la mirada impávida de quienes dejaron pasar la hojarasca o de los que se unieron a los advenedizos, que desde antes de la independencia, y quizás en la actualidad misma, siguieron en el intercambio, en el comercio de nuestros productos, o miraron pasar la diáspora inmigrante, hasta muchas veces dejaron salir a nuestra dignidad y riquezas, como con los 19 saqueos y quemadas de la ciudad por los Piratas, o con tantos nuevos y persistentes problemas que aparentan creer que la historia siempre se repite. 

Hacer parte desde la tierra firme, del Gran Caribe insular, de la meta archipiélago, de la Isla que se repite (como la ha llamado Benítez Rojo),  es nuestro mayor tesoro. No sólo por los galeones que dicen allí reposan, por los huracanes, el triángulo de las Bermudas, las islas, los mitos, las leyendas, sino porque desde allá nació, y se reprodujo, como cardumen de peces, el capitalismo. Santa Marta ha crecido de espaldas al mar, sin saber que la solución a muchos de nuestros problemas sería reordenar el territorio alrededor de la integración con el Mar Caribe, con fundamento en el desarrollo humano sostenible.   

Ahora que se acerca la celebración de sus quinientos años de fundación y del segundo centenario de la muerte de Simón Bolívar, el gran proyecto estratégico de Santa Marta, ojalá sea recuperar su conexión de transporte multimodal, con la Gran Nación Caribe. Santa Marta puede ser el eje, que parta de la ampliación de las infraestructuras marítimas para el comercio, los servicios, la logística, la agroindustria, el turismo y el trabajo decente. Con miras a que se interconecte el caribe colombiano al Gran Caribe, con puertos secos, desarrollo urbanístico, arte, saberes, cultivos y maquilas, desde Turbo hasta Punta Gallinas; y que avance con la implementación de un tren metropolitano, articulado a  trenes de cercanías, hacia las vías alternas,  que arriben en puertos marítimos y fluviales, por los que se complementen las mercancías, los productos, las obras, el talento humano y los servicios que se movilicen, con los que ingresen a la ciudad, dirigidos a mejorar nuestra vida.  Sin olvidar nuestra historia, cultura y turismo, la justicia social, la adaptación al cambio climático, nuestra Sierra Nevada, equilibrio del mundo, y sin dejar a un lado el futuro y la supervivencia de nuestra gente.