La muerte de Osama Bin Laden: ¿qué sigue?

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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Indudablemente, la operación militar que dio como resultado la muerte de Osama Bin Laden produjo un parte de tranquilidad y alivio en el mundo occidental y, simultáneamente, dolor profundo y desazón entre los fundamentalistas islámicos.

Dos sentimientos opuestos para el mismo hecho que, mucho más allá de las implicaciones políticas, tiene profundas raíces religiosas.

Para comprender esto hay que remontarse a la historiografía religiosa, a los orígenes mismos de la identidad mística de cada pueblo.

En otras palabras, aplicar el método científico al análisis de los hechos más que quedarse en la mera recopilación y descripción de una secuencia de hechos: un verdadero ejercicio epistemológico que pasa por el monoteísmo del Medio Oriente, desde su origen en la salida de Egipto de los "ibrí" guiados por Moisés en busca de la "tierra prometida".

El pacto de vasallaje del desierto del Sinaí con premios y castigos para el acatamiento o irrespeto de las nuevas reglas (los diez mandamientos) entre un nuevo dios único (Yahvé) y un "pueblo elegido" no es nuevo en la historia pero sí definitivo para que ese pueblo se asiente en la Palestina, consolidando para siempre su identidad y su fe, lo que le da cohesión y conduce a la separación étnica frente a los demás pobladores, "asegurándose la khesed(lealtad) divina" afrente a las alevosías humanas, y sobreviviendo a pesar de las persecuciones y expulsiones territoriales que sufriría posteriormente hasta la justa y necesaria creación del Estado de Israel en 1948.

Jesucristo, conjuga las herencias directas de Aarón por el lado de María, y de David por el lado de José, cumpliendo así la profecía de Isaías que le daba el carácter de Mesías y, por ello, derecho a gobernar la Judea ocupada por los romanos en ese entonces en lo humano y en lo divino, en lo terrenal y en lo espiritual.

No fue de buen recibo entre las jerarquías fariseas ni entre los gobernantes romanos la entrada aclamada por el pueblo a Jerusalén en plena pascua judía de alguien que aparecía para disputar poderes tan grandes, razón por la cual termina crucificado como castigo a tamaña osadía y afrenta.

Unos cuantos años más tarde, todos los judíos fueron expulsados de esa región como resultado de la gran revuelta, originada en la lucha por el dominio del templo de Salomón, de acuerdo con los escritos de Josefo y otros documentos históricos.

Es precisamente ese templo lo que origina luchas y guerras posteriores con un nuevo actor puesto en escena varios siglos después, el pueblo musulmán, heredero directo de Muhammad, el último profeta enviado por Dios y sello de la Profecía, tal como reza el Corán.

Las luchas por el dominio de las tierras sagradas involucran a la nueva religión devenida en Constantinopla, el cristianismo.

Sus cruzadas de la Edad Media tienen como objeto recuperar el templo de Salomón, entre otras razones. Los musulmanes juran expulsar a los "infieles" hasta el mar y hacerlos morir ahogados a todos "por la gracia de Alá". Esta puede ser una de las claves importantes entre otras que permiten teorizar acerca del pensamiento fundamentalista islámico que generó en facciones bélicas, hoy consideradas terroristas por Occidente.

Después de la Segunda Guerra Mundial, la salida de Inglaterra y Francia del Oriente Medio produce una división arbitraria tanto geopolítica como religiosa de los territorios que ocuparon después de la caída del Imperio Otomano, lo que genera serias luchas político-religiosas en la región, las cuales se ven atizadas por la creación del Estado de Israel, las posteriores guerras árabes-israelíes, la ocupación de territorios de otras naciones por parte de Israel, la desaparición de Palestina del mapa, las continuas masacres en la Franja de Gaza, el terrorismo de fundamentalistas árabes y judíos, la presencia militar de los Estados Unidos y los intereses específicos de los países europeos en esa convulsionada región. Todo un caldo de cultivo que hierve cada vez más sin que se vislumbren soluciones.

En medio de semejante panorama, aparecen líderes fundamentalistas capaces de recoger y azuzar el odio ancestral entre las 3 más importantes religiones surgidas de esa zona, tales como Osama Bin Laden, Ariel Sharom o George W Bush, por citar unos ejemplos.

Cada uno quiere la eliminación física y filosófica de sus rivales, siempre invocando a Dios, Yahvé, o Alá y sus respectivos mandatos.

Al final, ni la salida de Bush de la Presidencia de los Estados Unidos, ni la muerte de Osama o Sharom conducen al entendimiento entre pueblos y religiones. Más aun, los seguidores de Osama avivan la Yihad islámica con líderes tan recalcitrantes como el recién caído.

En Israel las cosas no son diferentes y de este lado del mundo, los miembros de Al Qaeda, Hamas y oros grupos seguirán siendo considerados terroristas que hay que liquidar, al tiempo que en su mundo son héroes a emular.

No cabe duda alguna. Estas tres religiones son responsables de muchas más guerras que cualquier otra razón que se pueda invocar a través de los tiempos. Lamentablemente, carecen de líderes que interpreten debidamente y apliquen sus propios mandatos de amor y paz.