Esta vez no es farsa

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Escrito por:

Ricardo Villa Sánchez

Ricardo Villa Sánchez

Columna: Punto de Vista

e-mail: rvisan@gmail.com



La historia se repite dos veces: la primera como tragedia, la segunda como comedia. Carlos Marx.


El 11 de octubre de 1987 empezó la carrera presidencial más sangrienta de la historia de Colombia, después de la muerte violenta de Jaime Pardo Leal, acribillaron en línea de fuego, a Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo y Carlos Pizarro. Dicen que estos dos últimos pensaban concretar una coalición para conformar el Partido Socialista Colombiano, que en ese momento, a pesar de las circunstancias, tendría posibilidades de llegar al poder ejecutivo.
En la coyuntura actual, post acuerdos de Paz, en la que se debería abrir un abanico de oportunidades para el pluralismo, parece que las mismas élites que truncarían los procesos políticos previos a la Asamblea Nacional Constituyente que llevó a la Constitución de 1991, quisieran ver a todo lo que huela a diferencia, encarcelado, vilipendiado, amenazado, mellado moralmente, señalado con tacha de infamia, y de esta manera doblegar a las mayorías para que voten por el menos peor de los malos conocidos.
De norte a sur y del centro a la periferia, se denotarían persecuciones políticas sin cuartel, contra los procesos políticos que encarnan candidaturas alternativas y que, de manera paradójica, marcaron diferencia en sus ejecuciones en la administración pública. La mayoría coincide, y parecería que no es casualidad, en que sectores políticos opuestos, que han perdido en las urnas espacios de decisión política en el ámbito nacional, local y regional, añoran en los estrados judiciales y del control, sin acudir al debate político, recuperar lo que es de todos y donde el pueblo, en democracia se pronunció por la alternativa.
Gustavo Petro en Bogotá, que lidera las encuestas presidenciales, ha denunciado en la deliberación pública que le quieren imputar multas y otras sanciones que necesitarían siglos de trabajo arduo para pagarlas y más de una vida para cumplirlas, sería así que con diversas acciones pretenden sacarlo del camino por la puerta trasera, como cuando era Alcalde Mayor de la capital y lo impidió el pueblo, bajo la consigna No Pasarán, como en la lucha contra el fascismo, así como las acciones pertinentes, tanto en lo nacional como en tribunales internacionales, para lograr medidas cautelares y amparar sus derechos políticos, bajo el bloque de constitucionalidad.
Tras las rejas, Marcelo Torres, ex alcalde de Magangué, que, de la nada venció a la parapolítica, en uno de sus epicentros. Sergio Fajardo, con sus cuentas embargadas, como Petro; con la amenaza de sanciones peores para inhabilitarlo. A Claudia López, a pesar del fuero parlamentario, le endilgan conductas de su actividad de control político en el Senado de la República, como a Jorge Robledo, y así esta vez no se postule a la presidencia, también a Iván Cepeda.
A Piedad Córdoba, aún la señalan de colaboradora de las Farc, como si las Farc no hubieran suscrito un acuerdo de Paz, dejado las armas y tengan ahora partido propio con candidatura presidencial, que también cuestionan por su reciente pasado. Acecho del que ha salido bien librada, y con su nombre en limpio, en otras épocas Clara López. Rumores, correo de brujas, temor, presiones, llevan a que por su propia cuenta y riesgo Carlos Caicedo se presente a colaborar con procesos de investigación penal en los que nunca fue citado. Podría haber otros etcéteras, que se nos escaparían a vuelo de pájaro en esta absurda cacería; es más, no sólo a las precandidaturas presidenciales, las tienen al filo de la navaja, sino también a gobernadores y alcaldes que vencieron a los tradicionales en las regiones, como a Camilo Romero en Nariño o a Rafael Martínez en Santa Marta. A todos ellos se les envía solidaridad, conscientes de que la justicia y la verdad saldrán a flote.
Nadie en una democracia está por encima de la ley, y es del resorte de las autoridades competentes investigar en debido proceso cualquier falta, y sancionarla o absolverla, en caso tal, con las garantías del debido proceso. Quien nada debe nada teme. Sin embargo, como que la culebra sigue viva, con esta especies de persecución en caliente, quizás de lo que se podría llamar policías políticas de los diversos tipos de control, al parecer al servicio de x o y candidaturas tradicionales, que también se han vuelto innombrables.
¿A qué le temen con esta renovada combinación de todas las formas de lucha? A la alternativa que genera esperanza. A la fuerza de una gran coalición que los derrote en las urnas y transforme este país, hacia la paz con justicia social, el desarrollo sostenible y la democracia amplia. Sin egos, sin vetos, a un lado la vanidad, los intereses personales y el sectarismo, los precandidatos, con la presión de las bases sociales, de sus movimientos y partidos políticos, sean audaces y únanse para derrotar esta estrategia. Podrían, con unidad de acción, cambiar nuestra historia. Solos, a este paso no llegarán muy lejos. Juntos, podrán empezar a construir una nueva época en Colombia con gobiernos alternativos de coalición, con voluntad de cambio y compromiso con las causas justas. Créanlo. Constrúyanlo. Decidámoslo. Con la arremetida coercitiva para eliminar de la carrera presidencial a candidaturas alternativas, la convergencia es el camino democrático. Unidos es posible.


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