En Colombia doctor no es cualquiera

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Ricardo Villa Sánchez

Ricardo Villa Sánchez

Columna: Punto de Vista

e-mail: rvisan@gmail.com



El ingreso y egreso a la educación es una forma de progreso y también debe ser motor para una posible igualdad social. Pepe Mujica.


En Colombia, doctor no es cualquiera. Del poco más del 10% de los estudiantes, que ingresan a la educación superior colombiana, en la que solo el 14% de las universidades están acreditadas, nada más 3 de estas en el top 500 del mundo, en una cobertura nacional de formación universitaria que se acerca al 46%, con un significativo avance en 600% en acceso a técnicos y tecnológicos, óiganlo bien, solo el 0,59% de profesionales culminan su ciclo doctoral; con un acumulado histórico de titulados, incluyendo academia internacional, en los últimos 20 años de 1.250, poco más de 258 de los cuales se han graduado al año en las últimas vigencias, de la oferta de cerca de 200 doctorados en las universidades nacionales, en las que menos del 6% de sus docentes universitarios son doctores, en un país en que culminan el mayor grado académico, el de doctor, solo 5 profesionales por cada 100.000 habitantes, y un 20% de profesionales desempleados duran un año sin conseguir trabajo y cuando se enganchan por primera vez, promedio los honorarios hasta dos y medio salarios mínimos.

Si lo inicias en Colombia, a pesar del alto costo en matrículas, por las largas jornadas de estudio, en la práctica, solo podrías trabajar como docente o investigador en el mismo claustro de estudios. De quienes parten a estudiar un doctorado, muy pocos vuelven al país a aportar su experiencia y formación, asociada a la productividad nacional. En gracia de discusión, hasta serviría para una investigación de tesis doctoral, con quienes que se hacen llamar “gerentes” de lo público: ¿Cuántos comercios, industrias o servicios nacionales, se han fundado fruto de una investigación dirigida por un PHD?

Cuando regresan, las y los doctores de marras, empiezan a comprender que es muy difícil integrarse a la dinámica académica y económica colombiana, porque estarían sobre calificados, faltarían plazas de estos altos perfiles o solo encontrarían espacio en las universidades que los apoyaron, para avanzar en su acreditación, con cláusulas de retorno y exclusividad, muchas veces con un costo menor en salario a la inversión en sus estudios, incluyendo los altos precios de manutención en otro país que casi no aplican en becas, cuando se logra acceder a esta o a un crédito de por vida o solo poder hacerlo si se es pudiente; y para rematar, al devolverse, les corresponderá trabajar plazos equivalentes o superiores a los de 3 a 5 años que les toca estudiar de manera presencial, sumado al tiempo de investigación de la tesis; y si trabajan por servicios de cátedra, da grima los estímulos que existen para la o el doctor.

Irse a estudiar al exterior como el hijo pródigo, no es cualquier cosa, hay que tener en cuenta el desarraigo de sus costumbres, familia, trabajo, amigos, vivencias, cátedras, alumnos, y entre otras, su vida profesional, para cumplir un privilegiado sueño; así como, la disciplina de estudio y de investigación, los costos, el tiempo para aprender otro idioma en lenguaje técnico, para integrarse a otra cultura, la tramitología para homologar el título en nuestro país, y, al comienzo, el aprieto para conseguir las visas de estudio, que muchas veces impiden acceder a trabajos no académicos en el país de acogida, en los que, a algunos, les satisface señalar a nuestros académicos de venir de la tierra de Escobar, como si aquí los mafiosos fueran legión; ¿será? Al final de cuentas, también, en ese contexto, hasta el temor a producir teoría divergente, con bajas probabilidades de ser publicada en las revistas indexadas nacionales, porque enseguida lo tacharían, hasta sus pares, en términos belicistas, de ser insurgente, como al profesor Beltrán, y no, a lo Fals Borda, lo aclamarían, por intentar ‘subvertir el orden establecido’ para transformar el mundo.

Todo ese esfuerzo, inversión, disciplina y dificultades, para que venga un ‘Blacaman de la Politique’ a venderle ilusiones a la clase trabajadora bogotana, máxime si tiene la cachaza de intentar limpiar la mentira de un brochazo, en la sociedad de la información y el saber, como si pudieran recoger la historia, en el doble pensar, del Ministerio de la Verdad, que profetizó Orwell en 1984. No se vale. Doctor no es cualquiera, así sea la celebridad de los Mass Media, provenga de las élites excluyentes o sea el alcalde de la capital.