La paz (Opinión)

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Escrito por:

Paloma Valencia Laserna

Paloma Valencia Laserna

Columna: Opinión

e-mail: palomasenadora@gmail.com



El contenido de la palabra se ha vuelto difuso, hecho de la textura de los sueños y la fragilidad de los anhelos. Imagina la mente los estados sublimes de la convivencia y la libertad. Linda en la planicie amplia de la felicidad completa.

Por eso le sirvió al gobierno como plafondo de una campaña que vendió ilusiones. Colombia se cobijó con ese manto brillante y la sola palabra prometió sanar las heridas. Pero la sangre sigue derramándose y cada gota empieza a manchar en ensueño.

Se extiende como una mancha oscura, como el petróleo del Putumayo. Un río de 420 mil galones de crudo rodando después de las bombas, los estallidos, las amenazas. Siguen los atentados, la extorsión, el miedo.

Los niños reclutados, la incomunicación: fronteras invisibles o aquellas abruptas donde la carretera fue dinamitada. Policías muertos, aun de civil.

Policías torturados. Soldados que pierden la vida, las piernas. Mientras engordan en veleros al ritmo del son, y un ron quienes ordenan las acciones terroristas. Ahora inflan los pechos hablando de un cese unilateral apenas perceptible.

Golpes, golpes, golpes que han ido desinflando el globo de la paz. Los colombianos nos conformaríamos con el más empobrecido de los conceptos de paz: la cesación de la violencia.

Que dejen de matarnos, de reclutar a los niños, de explotar bombas. Y aun estas mínimas esperanzas parecen lejanas y difíciles. Salvo los anuncios grandilocuentes del gobierno, los colombianos no hemos visto una sola señal de que el narcoterrorismo tenga intenciones de cesar.

Las autoridades confiscan granadas con capacidad de destruir tanques y aviones, misiles antiaéreos, toneladas de explosivos de gran capacidad, armas.

La seguridad se desvanece y no podemos pretender otra cosa. La Cerac muestra como, desde que nos gobierna Santos, la violencia ha resurgido. La gráfica da brincos, pero es definitiva: La violencia va en aumento, y desde que inició la negociación se ha incrementado más.

Todos los días sin excepción hay noticias que desalientan y que pasan sin mucho despliegue por tratarse de vidas de ciudadanos simples; comunes, dirá alguno sin pensar en el hijo que sólo tiene ese padre, o la madre que tiene ese hijo.

Ojalá la Paz pudiera surgir de un acuerdo. Ojalá dependiera sólo de la voluntad. Ojalá existiera un mecanismo simple como una firma, y veloz como una negociación para despertarnos en otra realidad.

Los problemas políticos son más complejos; su simplificación se llama demagogia. Si mañana firman la paz, el país seguirá siendo el mismo.

Tendremos algunos otros delincuentes en la política. El narcotráfico y la minería ilegal seguirán siendo negocios lucrativos que necesitan ejércitos violentos para protegerse.

La Paz de Colombia sólo surgirá con el imperio de la ley; con la coherencia en el ejercicio de la justicia; un Estado capaz de castigar a los criminales y de extender una mano generosa a los ciudadanos que cumplen la ley. Habrá Paz, el día en que cada colombiano cumpla la ley y sienta que su destino está unido indefectiblemente al de los demás colombianos.