Escrito por:
Tulio Ramos Mancilla
Columna: Toma de Posiciones
e-mail: tramosmancilla@hotmail.com
Twitter: @TulioRamosM
Hace mucho tiempo ya que me encontraba leyendo con fruición artículos de prensa pre-mundialistas, a mis doce o trece años, cuando me di de frente con una historia de esas a las que llamo íntimamente "el resquicio", o, "la anécdota significativa", por su fecundidad elocuente en materia vital, y que, entre otras cosas, es lo que trato de escribir aquí, quién sabe si con éxito o no. Debo decir que ya no leo mucho esos cuentos de fútbol, aunque a veces cedo y miro rapidito alguna que otra cosa. A propósito de ello, en estos días, observando la disposición de los equipos en las canchas de Brasil, he recordado el argumento central de una sabrosa nota de algún periodista o escritor europeo cuyo nombre, sin embargo, no recuerdo: contrario al prejuicio, los equipos no juegan siempre de acuerdo con la idiosincrasia del país del cual provienen.
Se trataba, aquél, de un escrito muy claro, con ejemplos estadísticos y todo que aquí no tengo a la mano y que no voy a buscar, por supuesto. Sea como fuere, el autor lograba evidenciar efectivamente hechos como que no siempre ha habido equipos alemanes ordenados, rígidos y fríos, como dicen que se vive en el ambicioso país del Tercer Reich, por ejemplo; o, de otro lado, que la apasionada y emocional Italia también ha tenido escuadras absolutamente cerebrales, tanto, que la selección de los azules parece haberse quedado con la maña de ganar (no digo jugar) sólo cuando se despliega y repliega en el campo al ritmo de las fortalezas y debilidades rivales, de una manera taimada que, bien ejecutada, genera réditos y hasta campeonatos.
Entrados en el vicio de las clasificaciones, del cual soy víctima, expongo entonces una idea. He pensado que en el fútbol, como en la vida, existen formas de hacer que obedecen, sí, a las convicciones de cada quien, pero en el siguiente sentido. De un lado, están los equipos "deshonestos", como Argentina, Uruguay, las mismas Italia y Alemania, y, a veces, la impredecible Holanda, que juegan mejor desde el repliegue contraatacante, basados en la velocidad y en la fuerza, y en un sólido estudio del rival.
Como en una guerra irregular: sí, para este tipo de gente cada partido es una escaramuza. Y en la otra orilla están los conjuntos "honestos", como Colombia, España, Francia, Inglaterra, y, desde luego, el paradigmático Brasil: para esta gente, el juego es un deber ser sin el cual no se puede ganar bien: hay que desplegarse en la cancha e invadir al rival, en ejercicio de las reglas de la guerra: se muestra lo que se es y lo que se quiere.
Cuando digo "honesto" y "deshonesto", es claro que no lo hago desde la valoración ética, lo cual tampoco les importa a muchos a la hora de celebrar logros. Me refiero más bien a aquello de la razón pura y la razón "impura". Hay personas, los puristas, para quienes las cosas "son como son, o dejan de ser", pues así lo dicta la razón general; y otros, que entienden la razón como aquello que beneficia el interés propio, con el límite moral respectivo: "si no gano, nadie lo hará por mí". ¿Quién gana ahora, quién gana en el largo plazo?, son las preguntas de fondo.