Escrito por:
Tulio Ramos Mancilla
Columna: Toma de Posiciones
e-mail: tramosmancilla@hotmail.com
Twitter: @TulioRamosM
Vote el domingo. Vote por descarte esta vez y no se equivocará, y así tendrá ánimo para salir de la casa en pleno mundial de fútbol, ir al centro de votación, a la mesa, al privado de cartón, a la urna, y a la mesa de nuevo. Vote por la opción residual, que normalmente estaría representada por el voto en blanco, tan respetable como es, con su espiritual alusión a la pura bronca que da el tener que elegir a alguien forzosamente, cuando no hay quien, en concepto propio, llene ese vacío. No obstante, recuerde que no estamos ante una situación normal: el país está más dividido que nunca, lo que inicialmente no es bueno, pero puede serlo: esta vez la división entre colombianos se hace especialmente pública y deseable, y por eso, hoy, el ganador en la práctica es usted, porque sabe, de propia mano, más, mucho más de un país que casi nunca le dio nada. Actualmente, la situación de sana partición le ofrece comprobado conocimiento de quién es quién entre nosotros, y con él, la posibilidad de realizar una verdadera decisión informada.
No, no estamos en un escenario "normal" (¿qué es lo normal en Colombia?), y por eso usted necesita de usted mismo, de su decisión firme y realista, para no dejarse llevar por los que quieren aprovecharse de su justificada apatía. Para no permitir esto, tiene que votar. Y debe hacerlo, si no está seguro de nada -y quién lo está-, por el mal menor. Eso es muy claro. Como decía, de malo nada tendría que ese mal menor fuera el voto protesta encarnado en la supuesta neutralidad del voto en blanco; pero, cuando debe evitarse la metástasis de un cáncer social, las sociedades que no son pragmáticas, racionales y aterrizadas, terminan por ser víctimas de su inercia: en momentos como éstos, el voto en blanco no es ya independiente, imparcial y revolucionario: es, simplemente, un inmenso desperdicio cómplice. Lo mismo puede predicarse de la abstención. Vote.
Si quiere contestar, puede y debe hacerlo, pero con hechos electorales que se hagan contar: vote por el nuevo blanco, y así, bloquee a los uribistas y a la guerra que tanto quieren, la que usted tendrá que pelear y financiar por ellos, para ellos, para sus intereses.
Opóngase a la vida que hemos llevado hasta ahora, en la que sólo hay alcanza la plata para el gasto militar que equivale al de un gran conflicto internacional. Proteste, recuerde la rabia que sintió cada vez que quiso ir al médico y no lo atendieron, o cuando tuvo que pagar por libros y matrículas de una educación que debería ser obligatoriamente gratuita para sus hijos; llénese de ira el 15 de junio y raye con furia el rostro del actual presidente, para seguir exigiéndole cosas, pues al menos a él se le pueden exigir cosas sin riesgo de que a uno lo maten por eso. En fin: vote, por las razones que usted quiera, y no necesariamente por lo que sugiero aquí, pero hágalo por el albor de la Paz, y no por el títere que de gracioso no tiene nada. El de Santos es una especie de renovado voto en blanco porque representa la denuncia, y la renuncia, frente a lo que, sabemos, pasó en Colombia entre 2002 y 2010: desgobierno de bellacos, culto de la muerte. Vote por el blanco Paz. Hágalo por usted.