Imprudencia e incumplimiento de normas: ¡Fatalidad!

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Escrito por:

Jairo Franco Salas

Jairo Franco Salas

Columna: Opinión

e-mail: jairofrancos@hotmail.com



Dolor, consternación, rabia e impotencia refleja el sentimiento de los fundanenses, magdalenenses y colombianos en general ante el doloroso y terrible suceso ocurrido en el Municipio de Fundación Magdalena, donde un bus explotó en llamas por motivos que las autoridades investigan. Dentro del automotor se encontraban más de 50 niños, cuando su capacidad es de 27 personas, lo que indica con exactitud que hubo sobrecupo del 100%. ¿Dónde estaban las autoridades para ejercer control? Además de ello, no tenía los documentos reglamentarios de rigor, tanto el conductor como el bus, lo que demuestra en forma notoria la incapacidad e ineficacia de las entidades gubernamentales que tienen bajo su cargo esta enorme responsabilidad.
El fatal hecho da como resultado 32 niños fallecidos, calcinados; se encuentran unos 20 sobrevivientes, algunos de estos graves. No obstante a la rabia, dolor e impotencia que aún se siente como consecuencia de la pérdida irreparable de vidas, niñas y niños en edad floreciente y probablemente con mucho porvenir, cuyos sueños fueron truncados ante la fatalidad de ese trágico accidente. La oportuna actuación de las autoridades, especialmente la Policía Nacional en este caso, intervino brindando seguridad y evitando el pánico; de idéntica manera la Cruz Roja materializó su positiva intervención con el acompañamiento físico, el estímulo y fortalecimiento sicológico y emocional a los padres acongojados y adoloridos que allí dejaban entrever escenas desgarradoras de tristeza, impotencia y dolor ante la pérdida de sus hijos. Con lo sucedido aflora ante la retina de todos como testigos la carencia de una instancia del Gobierno Central que gestione, promueva y desarrolle actividades de acompañamiento sicosocial, fortalecimiento y sensibilidad afectiva a los padres que por desgracia perdieron sus retoños.
Sumado a la falta de presencia de este apoyo sicosocial, aumenta ahora otra causa, la carencia relacionada con el proceso de identificación de los cadáveres, función del Instituto de Medicina Legal, que por desgracia en Santa Marta no existe. En este orden de ideas, el hecho más preocupante que surge como lección de este fatal suceso, lo constituye la confianza excesiva que adoptan algunos padres de familia en depositar la custodia de sus congéneres a otras instancias; como bien se pudo comprobar en el día de los hechos, por lo que cabe preguntar: ¿Cuántos padres y madres acompañaban a sus hijos? Esto no debe de repetirse, antes por el contrario que este suceso por infortunio sirva de ahora en adelante para que todos unidos articulemos esfuerzos orientados a consolidar una estructura familiar más sólida y más integral, donde la custodia, el cuidado, la protección y salvaguarda hacia los niños sea el máximo interés priorizado y no se delegue de forma tan frágil e improvisada a otros. Esto requiere raciocinio, madurez, experiencia y sobre todo amor y compromiso hacia el núcleo esencial de la sociedad que es la familia. Importante que tengamos en cuenta el artículo 44 de nuestra Constitución Política que señala que los derechos de los niños prevalecen sobre los derechos de los demás y cualquier persona puede exigir de las autoridades el cumplimiento de lo mismo y la sanción para los infractores.
Para ellos se requiere que los padres de familia adopten una mayor disciplina que encauce y dirija principios y valores como el eje fundamental de la educación social; que se sometan las decisiones familiares a un certificado de responsabilidad y transparencia que conjure la realidad con un ingrediente de amor, solidaridad y tolerancia. Ante esta situación una serie de irregularidades salieron a la luz pública que estaban ocultas. ¿Qué responsabilidad tiene el Gobierno en estos casos? ¿Hasta dónde está el compromiso de los padres y de la sociedad en materia de formación de la infancia?.
Que no se nos olvide: La Niña y el Niño en todas sus instancias necesitan el acompañamiento muy de cerca, casi que con lupa de sus padres en las labores que realizan, que lo están formando, para que este infante irradie amor, felicidad y se sienta correspondido y protegido.



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