El derecho instantáneo

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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM

Recientemente, me la he pasado dictando clases de derecho, entre otras cosas igual de poco interesantes para el lector.

Trato, sin embargo, de ser un ejemplar letrado para mis alumnos -no sé muy bien por qué hago eso-, y así, intento siempre descerrajarles a mis escuchas la institución jurídica en cuestión, lo que, más allá de la simple aplicación e interpretación de la norma, es lo que importa, lo que debe importar, no para "ganar" procesos judiciales, sino en función de la construcción de la igualdad real y efectiva en la carne viva de la sociedad.

Hacer entender a otros -mientras uno mismo entiende- de dónde viene y para dónde va una noción de justicia que se impone en determinado momento de la historia, y en cierto lugar del planeta, creo que ayuda a construir una verdadera tierra de hombres libres, pues ser libre es comprender bien por qué pasan las cosas. ¿Que si pierdo mi tiempo? Claro que lo pierdo, pero el punto no es ese.

Me he dado cuenta de que el ejercicio del derecho es todavía un asunto lejano al entendimiento natural de las personas. Más de lo que parece. Las normas como que de alguna manera "pertenecen" a los intérpretes autorizados de ellas, y no me estoy refiriendo a las específicas de derecho sustancial o procesal, sino incluso a las reglas básicas de convivencia en comunidad.

Este discursito ya ustedes lo han escuchado antes, estoy seguro. No obstante, quiero señalar puntualmente un aspecto, muchas veces soslayado, relativo a que la formación del ciudadano colombiano carece de un contenido material en equidad, que desde los romanos antiguos es el pegamento que impide el estado de guerra eterna entre seres desiguales en talentos y fuerzas.

Entonces, me preguntan: para que la sociedad funcione en paz, ¿deben los ciudadanos dedicarse a ser abogados prácticos, con la cantidad, entre los profesionales, que tan malos hay? Un no rotundo, a más de apenas lógico. Pero sí sería seductor que los abogados se construyeran a sí mismos ante todo como ciudadanos, y, si de profundizar se tratara, que lo hicieran además como abogados de la humanidad. No, no estoy delirando.

Y digo más: creo que el resultado de esto podría ser que, cuando alguien te rompa el carro que dejaste parqueado en un descampado cualquiera, lejos de vigilancia, el autor del entuerto te deje su tarjeta en el parabrisas, para diligenciar cuanto antes el pago directo o indirecto del daño, plena consciencia previa de los efectos jurídicos del hecho, y optando por prescindir de toda declaración judicial. Sí, y decirlo no debería ser ninguna locura: Colombia puede construir un mejor ser humano a través del derecho.

¿Para qué las normas, pues? Les repito a los futuros abogados que tienen que escucharme lo que pienso al respecto: para construir la igualdad (y con ella, la justicia instantánea, calló). Quisiera decirles que existen las leyes para dar a los ciudadanos colombianos la oportunidad de ser algo aún mejor que formalmente eso: individuos libres, o sea, comprometidos con el de al lado, sólo porque él está ahí, y sólo por eso. Pero tal vez me consideren aún más demagogo y ridículo, y no creo que sean muy equitativos en su juicio.

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