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Columnas de Opinión
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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



Cuando uno tiene gripa, en justa retribución por el injusto padecimiento, como que ve los problemas más claros. O simplemente delira. O pasan ambas cosas, en un poquito cada una.

El hecho, sin embargo, de ver la vida esclarecida por uno mismo, no significa necesariamente tener el dominio sobre la verdad. (La verdad: preocupación de todos y cada uno de los seres humanos, conscientes o no de ello, a cual más entregado a su propia epistemología).

Es este, por supuesto, uno de esos textos sin contexto apropiado que tanto me gusta escribir, del que podría entonces decirse que se trata de una digresión impertinente, pues no es correcto -afirmaría sesudo uno de los tantos sabios vernáculos- introducir al lector a un tema perdiéndolo, por principio. A lo que respondo que, como aquí todo el mundo hace lo que le da la gana-como el procurador-, yo no me puedo quedar atrás, hombre.

El señor Ordóñez tiene en su escritorio la destitución disciplinaria de Petro como alcalde de Bogotá por el asunto de las basuras en diciembre del año pasado, cosa sabida. No obstante, los antecedentes de sus actuaciones como "jefe del ministerio público" (sabrá Dios lo que eso, en verdad, significa) no auguran una decisión basada en la juridicidad de la recta conciencia, sino en la de los proyectos políticos - ¿y "morales"?- hace mil años concertados en privado.

Es este un caso de demasiado poder en cabeza de alguien que no sabe, justamente, honrar la responsabilidad correlativa del poder casi omnímodo con que se ha hecho. Así, es alta la posibilidad de que Ordóñez abra un nuevo boquete a la democracia colombiana, habida cuenta del precedente de exceso sancionatorio (conveniente) que se ha dignado sentar, merced a la libertad sin control de que goza, y sin que haya fuerza humana ni divina capaz (o facultada) de perseguirlo también un poco, a ver qué se siente.

Pero en este panorama tan sordo ha hecho su aparición la duda. Parece, ciertamente, que el hombre fuerte de Santander, egregio varón dilecto de la Santa Inquisición de la Hoguera de los Libros Malditos, tiembla. ¿De qué otro modo se explica que se haya "conocido" por los medios el presunto sentido del fallo que dejaría a la caótica capital del país sin alcalde? Para mí que esto es tanteo.

Y si es así, ¿por qué habría de hacerlo el procurador?, ¿a qué le tendría miedo? La respuesta resulta coherente con lo que muchos alegan, con razón: no ha habido una rígida legitimidad en todas las decisiones disciplinarias de la Procuraduría (no quiero pensar ahora en sufunción preventiva, con eso de las circulares anti-homosexuales, nimucho menos, Divino Rostro, en la judicial). Eso es lo que la gente siente.

¿Que si la legitimidad es un sentimiento? Pues si no es eso, al menos se mide con eso.

A Petro lo eligieron cientos de miles de colombianos -y no sólo bogotanos- para que dirigiera una ciudad que está más poblada que muchos países, con limitados poderes y presupuesto, lo que no hace la tarea siempre "fácil". A Ordóñez, por su parte, lo eligió el sistema -prácticamente lo eligió la cooptación-, y a eso le teme precisamente, a desnudar la fragilidad de su poder de papel.

Por eso se ha filtrado la información de la salida de Petro: a ver qué pasa. Y ha pasado que la cosa no gusta para nada. ¿Se atreverá el procurador a ir en contra de su instinto de conservación?



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