Cuando informar es descubrir la identidad

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



EL INFORMADOR cumple hoy cincuenta y cinco años de vida periodística. El 7 de agosto de 1958, terminando el período de la junta militar que precedió al gobierno de Lleras Camargo, fue fundado en Santa Marta el diario definidor de su idiosincrasia, de tan indefinida y asombrosa pluralidad.

Es por eso, me parece, que el trabajo de EL INFORMADOR resulta de resaltar: el periódico que ya ha vivido más de una cuarta parte de la historia de la República ha demostrado su vocación de fungir como verdadero canalizador de las tensiones sociales que también nos identifican: ha sido el escenario de desahogo de los que, desde la pequeña ciudad puerto en este caso, nos rebelamos frente al centralismo de las intervenciones en el diálogo social -también en eso hay centralismo-, y nos damos el lujo de formarnos una opinión sobre las cosas, y de conocernos mutuamente, desde la pequeña provincia donde todo es más amplio, más al aire libre, y donde todo está por inventar.

Así, la definición de lo indefinido de que hablo está en el hecho de propiciar la coexistencia del disenso informado, dentro de una sociedad acostumbrada a la diferencia irreconciliable y violenta. Eso, que es tan necesario en un escenario todavía en proceso de estabilización como el nuestro, se puede interpretar también como una simultánea develación de lo que yace bajo las piedras que le ha puesto a la realidad la llamada globalización: no hay nada más global -si de globalizar se trata- que lo local bien explicado. Mientras ese fenómeno universalizador todavía es parcial aquí, cuan incompleto es su efectista efecto, lo esencial se niega a irse; la gente samaria sigue siendo lo que quiere ser, como El Morro.

El periodismo de EL INFORMADOR ejerce gran parte de este rol preponderante al propiciar la saludable erupción de los miasmas de la cruda identidad social negada, e intencionadamente escondida, lo cual es, hoy, algo no tan fácil de ver en el medio de las apariencias de igualdad, que, por otro lado, podemos padecer sin mucho esfuerzo en este medio de injusticias impunes que es Colombia. Esto lo hace, comprometido, el por antonomasia diario de Santa Marta, a través de su actitud abierta y deliberante frente a los problemas del día a día.

Yo, en lo personal, guardo mucho cariño por el viejo diario que, además de lo dicho arriba, siempre me recuerda -me regresa- a mí mismo. Tal vez por eso he hablado de identidad, y, disfrazándola de un asunto sólo público, he querido referirme a la mía propia.

A veces la pierdo, entremezclado, extraviado, con lo incierto y superficial, pero no necesito más que utilizar la Internet para trasladarme a las callecitas atestadas del centro y ver la amenaza de las montañas silentes al fondo, paisaje mudo de EL INFORMADOR. En la capital del país es posible encontrarlo en puestos de la calle, con algún día de retraso. Siempre me detengo a comprarlo y de alguna forma me siento como con un pedazo de la ciudad de Bastidas en mi alma entonces.

El periódico informa a través de la opinión, y sus opinadores dan la noticia que nadie más sabe. Santa Marta, el Magdalena, y nuestro Caribe, se reconocen en la apuesta diaria de quienes lo preparan. Hago llegar mi voz de aliento a ellos, y a todos los demás que mantienen viva la independencia de pensamiento que nos caracteriza. Una cosa es cierta: Santa Marta no sería la misma, para bien o para mal, sin estas páginas. ¡Feliz cumpleaños!