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De paso por el cementerio 1

Columnas de Opinión
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"Ninguno se ha levantado a saludarme, debo decir, pues, que mi tiempo aún no ha terminado, y si estoy aquí es sólo de paso." La calle 21, conocida desde siempre como calle Burechito, no tiene salida ni vista al mar. Si ascendemos por ella, entiéndase como una manera de decir, en el orden numérico de las carreras, en línea recta, nos topamos de frente con la entrada principal del cementerio San Miguel de Santa Marta.

Entre las vías de acceso al cementerio, esta calle, desde la carrera 5ª hacia arriba, ha sido el pasaje tradicional de incontables cortejos fúnebres. Cuando por ella se transita se percibe el tufillo de las azucenas, gladiolos y otras flores arregladas en coronas que con el tiempo se ha impregnado en los muros de las casas y en la calzada. Con estas ofrendas de flores, que durante el desfile algunas cubren el cofre dentro del coche fúnebre y otras las llevan algunos miembros de la comitiva, para después adornar la sepultura, simbolizan o recuerdan las dádivas ofrecidas, en épocas remotas, al difunto para el viaje.

En el cruce con la carrera 7 la calle se quiebra hacia la izquierda, en dirección al nororiente. Nos queda de frente, entonces, la fachada conformada por un largo muro, de poca altura, que se extiende entre las carreras 7 y 7A, y que hace de base a 33 columnas cuadradas, cada una coronada por un ánfora medio cubierta por encima con un paño, construidas con cemento, cal y arena.

Deberían ser también 33 ánforas pero alguien resolvió que estas lucirían mejor en otro sitio, tal vez en la puerta de su casa, y resolvió cargar con tres de ellas. Rejas de hierro forjado entre las columnas completan la valla de seguridad del frente del camposanto. Camposanto, debo aclarar, por lo que se refiere a un cementerio católico y así suele llamárseles, mas no como garantía de que todos los allí sepultados hayan llevado vida angelical.

Entre la décima y decimoprimera columna se levanta la entrada principal, formada por un portal en arco con dos pilastras laterales, cuyos capiteles terminan en volutas, y un frontispicio partido en el cenit. Dentro de la abertura del frontispicio se halla una especie de escudo con un relieve de San Miguel Arcángel, pisoteando la cabeza del dragón, su enemigo ancestral, en la mano derecha empuña una lanza amenazante, de la que cuelga un pendón del extremo, y con la balanza de la justicia en la izquierda, el rostro del ángel pareciera expresar su grito de guerra: "Quién como Dios". Todo el conjunto coronado por una cruz.

Algún curioso caritativo, pensando en corregir algunas falencias de la escultura, resolvió retocar algunas partes de la imagen con pinceladas de pintura esmalte.Entre las columnas 24 y 25 se extiendes las dos hojas de una puerta, con las mismas características de la reja, que sin mucha ornamentación constituye la segunda entrada, la cual por lo general se mantiene cerrada.

El cementerio San Miguel fue construido, según nos dice el doctor Arturo Bermúdez Bermúdez, en el libro Materiales para la Historia de Santa Marta, por el obispo Fraga, quien lo empezó, y por el obispo Miguel Sánchez Cerrudo, quien lo terminó en 1808. La verja de hierro fue regalada por el señor Manuel Julián de Mier, e instalada por orden del obispo José Romero.