Escrito por:
Tulio Ramos Mancilla
Columna: Toma de Posiciones
e-mail: tramosmancilla@hotmail.com
Twitter: @TulioRamosM
Capriles Radonski, el judío raro que hace campaña con sus dos apellidos, es la obsesión de muchos colombianos por estos días. Es su esperanza venezolana.
En el candidato que Hugo Chávez apaleó electoralmente -mientras moría de cáncer- han cifrado sus asquerosas ilusiones miles de enemigos locales de la Revolución Bolivariana, como si en ello les fuera la vida misma. Así como dicen que Capriles es medio raronski, hemos de convenir en que esto sí ya no lo es: los rastreros nacionales que se arrodillan por plata ante las barras y las estrellas yanquis, prostibularios, instrumentalizados, meras meretrices del mejor postor, son los mismos que ansían que Nicolás Maduro no les vuelva a dar los problemas que el verdaderamente invencible Comandante les dio, y que nunca pudieron superar.
No encuentro otra explicación a la conducta arrebatada de tantos columnistas(pagados, claro, pero de un arrebato, ay, igualmente raronski), políticos, empresarios, etc., de quienes supongo que ven en el proceso democrático de transformación de Venezuela una razón para estar alertas frente a la posibilidad especular de que entre nosotros, por esas cosas del azar, pueda darse un fenómeno de izquierdas que realmente socave los cimientos de esta sociedad tan linda que tenemos, en la que mueren los niños recién nacidos en las puertas de los hospitales, o clínicas, o como les digan a esos lugares donde legalmente hacen su negocio los mercaderes de la muerte.
Los enemigos del chavismo en Colombia son los mismos que quieren que eso siga siendo así, porque, para ellos, si a los pobres del pueblo se les dan derechos hoy, nadie los podrá controlar mañana. Hay que mantener todo como está.
Y, por otro lado, dicen ante tragedias como la referida: ¿quién los manda a andar teniendo hijos si no pueden pagarlo -el milagro de la vida? Los amigos colombianos de Capriles odian que los pobres progresen, porque eso significa que en algún momento deberán hacerse leyes que los favorezcan.
Si las leyes favorecen a los pobres ya no se podrá entregar fácilmente el país al extranjero hambriento de Colombia, gringo o de donde venga, y entonces la satrapía vernácula dejará de ganar plata y dominio a partir de ello. Los de Capriles aquí son la misma oligarquía leguleya que atacaba a Chávez en vida, y que él entendió como la gente que también había matado a Bolívar, algo que era más que una metáfora.
La oligarquía colombiana, respetuosa de la mafia y el paraco, que hace rato pretendía la muerte de Chávez, cree que ganó algo el 5 de marzo pasado, cuando en realidad éste es apenas el comienzo de la consolidación de los regímenes populares en Latinoamérica. ¿Motivos para estar preocupados, fascistas? Sí, "alerta que camina…, la espada de Bolívar por América Latina": se aproxima, lenta y segura, la definitiva dictadura de los pueblos.
A todo esto, lo único que de verdad me parece raro es que en Colombia tarde tanto la gente en darse cuenta de las cosas que la tocan.
¿Por qué los opresores criollos celebraron tanto la muerte de uno que era hijo del pueblo venezolano, sí, pero que bien pudo haberlo sido del colombiano?; ¿por qué tanto apoyo-y descarado- a los enemigos de un genuino resurgimiento popular, que aún sin su líder fundador sigue siendo lo que ha sido?; ¿no será que hay algo extraño en el hecho de que los que aquí mandan se empleen a fondo por promover en Venezuela a la infame reacción, que, como su nombre lo deja claro, no es sino lo que pretende frenar el impulso original, el deseo fundamental, de los más de los venezolanos? La única explicación es que si bien todo esto es raro, raronski, al final no lo es tanto, si se toman en cuenta las circunstancias de oscurantismo político en que nos han retenido históricamente.
El 14 de abril la esperanza también es colombiana, de acuerdo, pero que sea por cambiar esta vergüenza.