Síndrome de Estocolmo

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Carlos Bustamante Barros

Carlos Bustamante Barros

Columna: Columna Caribeña

e-mail: cm-bustamante@hotmail.com



Hace pocos días, un buen amigo tuvo la gentileza de obsequiarme una pequeña cartilla que contiene diversos temas generales de caracteres interesantes, entre ellos uno de sus capítulos hace referencias elementales a lo que las ciencias sociales precisan con el nombre con que esta titulado el presente artículo periodístico,

definiéndolo como la reacción psíquica en la cual la victima de un secuestro retenida contra su voluntad desarrolla una relación de complicidad con sus captores, llevándolo incluso a proporcionar cooperación para alcanzar sus fines propuestos.

Wikipedia, la enciclopedia libre del Internet, nos ilustra que su nombre se debe a un hecho de secuestro sucedido en una entidad bancaria de Estocolmo, Suecia, en el año de 1973 en la que las cámaras de seguridad del ente financiero captaron el momento en que una de las victimas besaba a uno de sus captores, incluso momentos después los secuestrados se negaron a colaborar con la justicia para la individualización y judicialización de los plagiarios.

Los estudios en la materia realizadas por diversos científicos, entre ellos el psicólogo Nils Bejerot establecen como causas del señalado síndrome a que tanto el rehén así como el secuestrador tratan de salir ilesos de la situación particular presentada, indicando además que la pérdida total del control que sufre el plagiado de su captor hace que la víctima se convenza a si misma de que su propio secuestro tiene algún sentido, aunque parezca absurdo admitirlo.

Hay ejemplos en abundancia ocurridos en el mundo del tema que nos ocupa en esta oportunidad, recordemos el caso de Patricia Hearst, nieta del influyente y poderoso editor americano William Randolph Hearst, la cual después de haber permanecido un tiempo secuestrada se unió días después a sus plagiarios del ejercito simbiótico de liberación de los Estados Unidos (ESL), en un acto aparentemente absurdo, pero entendible si tenemos en cuenta el síndrome a que nos referimos.

Otros casos similares también han ocurrido en Centroamérica, recordemos a dos mujeres de nacionalidad alemana que fueron secuestradas por el frente sandinista de liberación nacional (FSLN) cuando operaba como ejercito insurgente contra la dictadura de esa nación centroamericana, en la cual días después fueron publicadas fotografías por los diarios del mundo en que se las veía sonrientes y felices abrazando y besando en tórrido amor a sus captores de la guerrilla izquierdista aludida.

Para no irse muy lejos, en nuestro país también se ha hablado con creces del síndrome de Estocolmo presentadas en el secuestro de las nacionales Colombianas Clara Rojas e Ingrid Betancourt, en la cual se tejieron en su oportunidad, hipótesis no desvirtuadas de amores consumados con guerrilleros en ambas mujeres, en la cual incluso la primera de las mencionadas presento tiempo después ante la sociedad de nuestro país a su hijo, que es tan colombiano como cualquiera de nosotros.

El síndrome de Estocolmo es en razón de su esencia, otra de las variantes reales dentro las complejidades ilimitadas del ser humano, ¿quién puede imaginarse que al fin y al cabo como decimos en el lenguaje del Caribe colombiano para significar términos de tiempo, concluya un secuestrado ayudando a su propio captor?, es lógico inferir que las personas realizadoras de estos actos delincuenciales atentatorios contra los derechos y dignidad humana, conocen a la perfección estas reacciones del secuestrado, con lo cual su conducta punible tiene agravantes ante la justicia.

Se diría que la dignidad del ser humano ante el secuestro es socavada a tal extremo, que su voluntad mengua hasta engrosar en los límites insondables de su inexistencia, a tal punto de efectuar conductas cómplices en su propio desmedro personal con quienes han sido los responsables del cercenamiento a su propia libertad, aunque cueste creerlo.

En tal sentido, recuerdo también que hace breves años se manifestó el señor Comandante del ejército de entonces General Boneth, cuando se produjeron liberaciones de algunos soldados colombianos secuestrados por la insurgencia, en la que el egregio militar manifestó a los medios que estos debían ser tratados por profesionales porque debían tener el "cerebro lavado", aludiendo con ello al síndrome señalado.

Otra de las características del síndrome enunciado, es su involuntariedad, es decir ocurre sin que el mortal en desgracia se dé cuenta de su cooperación con sus captores, proporcionado con ello la relación causa efecto de incentivar a sus captores a continuar plagiando, aunque infortunadamente sea bajo las noticias de su propio secuestro.

Ojala cese para siempre el secuestro en nuestro país para que el síndrome señalado nunca más vuelva a tener presencia en los ciudadanos diseminados en la disímil geografía de la patria llena de montañas verdes, cielos azules y ríos de aguas purpurinas, para que a fin de cuentas el dolor producido por ese lacerante fenómeno sea un recuerdo lejano, como las ventiscas fugaces que pronto desaparecen.