Venezuela después de Chávez

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Como funcionario itinerante del Estado colombiano, viajé a Venezuela pocos días después del "contragolpe" que restituyó a Chávez en el poder; los videos de ese cruento episodio de la historia venezolana que tuve ocasión de ver allá (muchos de ellos fueron objeto de censura) mostraban ríos de gentes bajando de los ranchos que tachonan los cerros de Caracas armados de palos, piedras, bates y de cuanto elemento que pudiera servir de arma para enfrentar a las pocas fuerzas armadas regulares que apoyaban al golpista Pedro Carmona.

Dos días más tarde, el poder retornaba a Chávez, y a partir de entonces se iniciaría una etapa distinta en el país bolivariano. El inicial remedo de democracia socialista pronto deriva en una satrapía militar de corte cubano, pero con dinero, diferencia grande capaz de ocultar ineficiencia y corrupción. Igual que su homólogo Fidel Castro, el venezolano proclamaría un estado "socialista bolivariano del siglo XXI", cantinflesca amalgama que no es "ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario", en la cual la clase media termina pagando el pato: los ricos se fueron con sus capitales o terminaron expropiados, y los pobres recién todo a cambio del apoyo al régimen mientras los corruptos del régimen saquean a placer las arcas del erario.

A partir de entonces, Chávez se rodea de mandatarios con su mismo estilo y enemigos de sus enemigos, adopta posiciones agresivas contra los Estados Unidos y, de paso, a calentar las relaciones con Colombia, gobernada entonces por Uribe, mandatario radical ajeno a las conciliaciones; muy poco faltó para un enfrentamiento armado entre los dos países.

Nadie discute que la Venezuela de Chávez fue (y aun o es) escampadero de guerrilleros y de otras organizaciones perseguidas por Colombia. Más aun, demostró su cercanía al rendir "honores" a los líderes guerrilleros como Marulanda, Raúl Reyes, el "mono" Jojoy y Alfonso Cano, entre otros. Razón tenía Uribe en éste punto, lo que no daba motivos para escalar los caldeados ánimos.

En ninguna guerra hay ganador absoluto, pero los pueblos siempre serán perdedores. A pesar de lo anterior, de las pugnas públicas con Chávez y el ataque al campamento guerrillero en Sucumbíos (Ecuador) durante el pasado mandato, el presidente Santos -ministro de Defensa del gobierno Uribe cuando ese episodio- logró calmar los ánimos del venezolano, recomponer las relaciones binacionales, obtener parte del pago de una deuda gigantesca a los exportadores colombianos y reactivar un poco el inexistente comercio formal desde el rompimiento de relaciones entre Venezuela y Colombia en el pasado gobierno. No es lo ideal, claro está, pero éste escenario es más favorable que la guerra a la que estuvimos abocados.

Los gobiernos en general, y en particular las autocracias, tienden a ocultar el estado de salud de sus mandatarios. El año pasado, a Chávez le diagnosticaron un cáncer agresivo, negado de plano el oficialismo venezolano, como era de esperar, y más tarde reconocido públicamente por el propio mandatario.

El mal manejo de su enfermedad por parte de los médicos cubanos, la mala respuesta al tratamiento radical y el serio compromiso de su salud sugieren que Chávez no llegará a las elecciones de Octubre, al menos desde la óptica de su respuesta física.

Los fuertes dolores que le causan sus metástasis, la incapacidad que lo confinó a una silla de ruedas, la necesidad de grandes dosis de medicamentos y todo un soporte terapéutico que no frenan la evolución del cáncer así lo indican.

La situación interna de Venezuela es grave. El modelo cubano se ha comportado a la perfección: desabastecimiento de productos básicos, poca variedad y pésima calidad, inflación desbordada, control monetario a los viajeros venezolanos, conculcación de libertades, círculos bolivarianos armados al mejor estilo de los fidelistas, sin libertad de prensa y un largo etcétera que al final no diferencia de geografía a esos dos países.

La corrupción crece como espuma ante la impunidad chavista gracias al control de los poderes públicos desde Miraflores; PDVSA se salva no por la producción menguada sino por al escandaloso aumento de los precios del petróleo que ha generado ingresos adicionales a Venezuela. En éste año electoral los ánimos están caldeados: tanto chavistas como escuálidos piensan que ganarán las elecciones. En cualquier caso, los enfrentamientos vendrán.

Si gana, el chavismo apretará a los opositores como nunca antes: no quieren poner en riesgo su modelo; si pierde en las urnas defenderá el poder con las armas. Nada bueno les espera a nuestros vecinos. ¿Qué pasará con Colombia? No se presagian buenos tiempos, pues Chávez no soltará el mando; los militares colombianos consideran inevitable un conflicto bélico y están listos a responder; las relaciones bilaterales continuarán por mal camino, como se deduce de la pasada cumbre de Cartagena, y cualquiera que sea el fallo de la Corte de la Haya, con Nicaragua la situación será peor: el mamerto nica cuenta con Chávez.

Venezuela se ha armado hasta los dientes para combatir con Colombia; no hay otro país fronterizo con el pueda enfrentarse, y las guerras son los telones de fondo para tapar los malos gobiernos y culpar a los demás. El presidente Santos la tiene difícil: ojalá su proverbial afición al póker le permita maniobrar en tan turbulentas aguas y mantener o mejorar el actual status quo para evitar lo que parece inevitable. Afortunadamente, la caída del comercio con Venezuela ha llevado a los múltiples TLC que este gobierno ha logrado. No sabemos quién será el sucesor de Chávez; de lo que estamos seguros es que será peor.