En los últimos cinco años, Colombia ha sido testigo de un avance significativo en el liderazgo femenino, una tendencia que refleja cambios profundos en la estructura social, política y económica del país. Desde las rectorías universitarias hasta las cúpulas empresariales, pasando por el arte, la política y el deporte, las mujeres de nuestro país han logrado un impacto sin precedentes, consolidándose como figuras clave en la toma de decisiones y en la construcción de un futuro más equitativo. Este fenómeno no solo es un reflejo del talento y la capacidad inherente de ellas, sino también del compromiso del país con la inclusión y el empoderamiento.
Un caso emblemático es el de Dolly Montoya Castaño, quien en 2018 se convirtió en la primera mujer rectora de la Universidad Nacional de Colombia en sus 155 años de historia. Bajo su liderazgo, esta institución fortaleció su enfoque en la investigación, ampliado la inclusión de estudiantes y promovidos proyectos de alto impacto social. Montoya es una prueba viviente de cómo ellas en posiciones académicas pueden generar cambios
A pesar de estos logros, el camino hacia la igualdad de género sigue siendo desafiante. Muchas enfrentan obstáculos como el machismo, la falta de representación y las disparidades salariales. Sin embargo, el liderazgo femenino no solo está rompiendo techos de cristal, sino que también está creando un nuevo paradigma de colaboración y empatía en la gestión. La creciente presencia en cargos políticos, como Francia Márquez, vicepresidenta de Colombia, sugiere que la transformación es real y sostenible.
La perspectiva para el futuro es alentadora. Con iniciativas de fortalecimiento en marcha y una mayor conciencia social sobre la importancia de la igualdad de género, se espera que colombianas sigan conquistando espacios estratégicos en todos los campos. Su liderazgo no solo promueve la equidad, sino que también redefine el significado del éxito, incorporando valores como la solidaridad, la inclusión y la sostenibilidad. En esta nueva era, nuestras chicas están liderando no solo para cambiar las reglas del juego, sino para reescribirlas, asegurándose de que la próxima generación encuentre un camino más justo y lleno de oportunidades.
Mirando hacia el futuro cercano, podemos vislumbrar una Colombia en la que las mujeres no solo ocupen posiciones de liderazgo, sino que también sean las arquitectas de un cambio profundo y transformador. El país está experimentando una oleada de proyectos, iniciativas y políticas que buscan, con acierto, integrarlas en todos los aspectos de la sociedad. Y, lo que es más relevante, cada vez más, se están uniendo a esta causa, creando redes de apoyo y colaboración que multiplican su impacto.
La creciente participación en cargos públicos y en la toma de decisiones políticas, como lo demuestra la elección de mujeres en las alcaldías y el Congreso, representa solo el comienzo de un cambio más amplio que permea todos los niveles de la sociedad colombiana. La transformación cultural que estamos presenciando es solo el preludio de un país donde la equidad de género será un estándar, no una excepción.
En definitiva, el liderazgo femenino está estableciendo las bases para un futuro más inclusivo, justo y próspero. Las colombianas están cambiando la forma en que se concibe el poder, el trabajo y el bienestar colectivo. El empoderamiento no es solo una cuestión de justicia social, sino también una estrategia indispensable para lograr un país más competitivo y humano. Como sociedad, es fundamental que sigamos apoyando y promoviendo este liderazgo, pues, sin duda, su impacto será decisivo para el desarrollo de Colombia en los años que están por venir.
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