Aeropuerto Simón Bolívar: ejemplo del pensamiento en pequeño

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Escrito por:

Veruzka Aarón Torregrosa

Veruzka Aarón Torregrosa

Columna: Opinión

e-mail: veruzkaaaron.t@gmail.com

Twitter: @veruzkaaaron

El aeropuerto Simón Bolívar de Santa Marta fue construido en la década del 50’, cuando el área urbana de la ciudad limitaba con el rio Manzanares.

Para entonces, la ciudad disponía de área suficiente para su crecimiento urbano natural; no había riesgo inmediato de conflictos entre este proceso y la operación del aeropuerto. Pero después de 60 años, la realidad es otra. El crecimiento urbano de Santa Marta, acelerado por presiones sociales y económicas durante las últimas dos décadas, obliga a considerar no solo como una necesidad sino también como una oportunidad el traslado de dicho aeropuerto. Contrario a esto, muestra del pensamiento en pequeño al que se ha habituado esta ciudad, la alternativa que hoy se analiza para dicho equipamiento, es mantenerlo en su actual localización. Esta alternativa además de no resolver el problema fundamental que es la capacidad de la pista para atender el incremento de vuelos diarios, para lo cual se requiere la construcción de una pista de carreteo, imposibilita a la ciudad gestionar nuevos y mayores beneficios socioeconómicos. 

La inversión pública implica la evaluación de alternativas en función de la generación de beneficios. A partir de este principio, debe estudiarse cuál alternativa genera más y mejores beneficios para Santa Marta:  mantener la localización actual o trasladar el aeropuerto. ¿Cuál es el mejor uso posible para este lote de 40 hectáreas sobre 2 km de playa en área urbana, sector considerado el de mayor valorización en la ciudad por su potencial turístico? Liberada esta área de franja costera, la ciudad podría habilitar un desarrollo urbano armonizado con la vocación del territorio.

Mantener el aeropuerto en su actual localización implica que Santa Marta renuncie a la oportunidad de un nuevo capital turístico e inmobiliario, cuya etapa de construcción (estimada entre 8-10 años), además de una gran demanda de materiales, generaría nuevos ingresos fiscales (impuestos y licencias) y la subsecuente creación de empleo a partir del desarrollo de infraestructura de servicios públicos e inmuebles destinados a la recreación y segunda vivienda.

Para poner estos beneficios en valor es necesario que se estudie el potencial desarrollable del lote.  No obstante, después de descontar cesiones públicas, este potencial sería del orden de 2 millones de mts2 de construcción. Según el Dane/2022, por cada 1.000 metros cuadrados de construcción de vivienda No VIS se crean 7.4 empleos directos, y por cada uno de estos, 2.17 empleos indirectos.

La operación de una nueva oferta de infraestructura y servicios turísticos reforzará la posición de dicho sector como principal sector de la economía local y como una de las principales apuestas del Gobierno Nacional para la transición de la economía fósil a la economía descarbonizada.

En este lote podrían construirse en primera línea de playa 10 hoteles de 250 habitaciones, lo cual, en términos de creación de empleo sería significativo, pues se calcula que por habitación se crean 1.5 empleos directos y 3 indirectos. Las nuevas construcciones generarán a su vez el aumento de la base gravable de ingresos fiscales (impuesto predial e Industria y Comercio), recursos disponibles para invertir en servicios urbanos.

Un nuevo capital de infraestructura turística concurriría con el auge que este sector reporta: el número de personas ocupadas en actividades turísticas durante 2023 tuvo “un aumento de 23 % respecto a 2022 y una participación de 3,8 % respecto al total de ocupados en el país durante 2023. Por su parte, la inversión extranjera directa en comercio, restaurantes y hoteles registró ingresos al país por USD 1,7 millones en 2023, con un crecimiento del 11 % respecto al año 2022” (MinComercio).

El traslado implica también la oportunidad de construir un aeropuerto no solo con una pista adecuada, sino que este disponga de área suficiente para construir una pista paralela completa, contrario a lo que propone el Plan Maestro del Aeropuerto en la localización actual: construir a la mitad por falta de espacio.

Santa Marta, no sería ni la primera ni la última ciudad que tuviera que trasladar su aeropuerto, solo basta ver como las ciudades medianas en Colombia y en el mundo optan por esta decisión antes que sacrificar su crecimiento urbano. Es momento que como sociedad superemos la cobardía de pensar en grande.

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