Tercer ciclo en el Congreso

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Paloma Valencia Laserna

Paloma Valencia Laserna

Columna: Opinión

e-mail: palomasenadora@gmail.com

Empieza el tercer año del Congreso lleno de desafíos. El gobierno insistirá en las malas reformas de salud y educación que se hundieron. Sigue con la idea de convocar una constituyente, con un proyecto para ampliar el periodo a Petro, reformas en el sector minero, servicios públicos, jurisdicción agraria y otros tantos que siguen la ruta de la radicalización y la refundación de todo lo existente. Inicia también con un sentimiento de peligro para quienes defendemos la democracia. Los maletines de dineros que se reparten para comprar congresistas incrementan la incertidumbre y debilitan la confianza en el Congreso.

Estamos ante un gobierno al que le incomodan los límites que impone la democracia y el estado de Derecho. Lo ha mostrado de diversas maneras: desde el “golpe blando” por cualquier decisión contraria, busca que la masa -que cada vez le sigue menos- ataque a aquel que se le oponga. Quisiera gobernar por encima de la Constitución, representando el “poder constituyente” y complaciendo todos los caprichos anti técnicos que se le ocurran al presidente. A eso hay que sumarle el uso de los recursos públicos como un botín para alinear las voluntades de nuestros políticos corruptos.

 El presidente Petro, en el discurso del 20 de julio, pidió perdón por lo ocurrido en la Unidad de Gestión de Riesgos. Reconoce que Olmedo viene de la izquierda desde hace décadas, concluye que la corrupción es una cultura que atraviesa todo. Me parece un buen gesto, pero no es suficiente, porque los proyectos por los que “pagó” el gobierno siguen aprobados. Si realmente el presidente se avergüenza de lo ocurrido, que objete las leyes que se aprobaron por los maletines de dinero.

Y lo que empezó mal al no llegar a tiempo a un evento simbólico que une a los colombianos en torno a nuestro día nacional que muestra un presidente vanidoso y desconsiderado, se complementó con un discurso flojo e impreciso.

Fue más de lo mismo: reflexiones generales sobre la crisis integral de la humanidad y el calentamiento global. Y dijo varias mentiras.

Afirmó que su política que reemplazar los hidrocarburos por turismo iba bien. Ya habíamos rectificado la información: por turismo ingresaron al país 7,9 mil millones de dólares y por carbón 8,1 mil millones de dólares. Está cercanía de ingresos también se dio en 2003, en 2016 y 2020; pero no se debe a un crecimiento de los ingresos por turismo, sino a una caída de los de carbón. Mientras en el 2023 ingresaron por carbón 13,1 mil millones de dólares, en el 2024 caímos a 8,1 mil millones.

Sostuvo que en su gobierno está renaciendo el campo, pues ha logrado reducir la pobreza. Olvidó que la fórmula de la pobreza cambió lo que hace las cifras incomparables. Afirmó que la pobreza monetaria se redujo en el campo, pero se olvidó mencionar que en 2023 hubo 185 mil habitantes rurales más en pobreza extrema que en 2019. Se equivoca cuando dice que se debe al aumento del salario mínimo, pues más del 80% de los empleados del campo son informales. Más bien, las podría observar que las políticas de empleo en pandemia hicieron crecer el empleo y esta fue la mejoría.

Insistió en que su gobierno redujo la inflación en el precio de los alimentos. No explicó cuál cree que fue la política pública que lo logró, pues en mi memoria solo tengo su crítica al Banco de la República por las políticas antiinflacionarias que han reducido la tasa en 100 puntos, pero aún no es momento de celebrar: en junio la inflación anual fue del 7.18%, y solo los alimentos contribuyeron con el 14% de esta cifra.

Recordó los dolores de los campesinos colombianos, y justificó la violencia con el viejo discurso de izquierda. Y planteó la reforma agraria como mecanismo para construir justicia social en el territorio. Olvida el presidente que esas reformas no les han servido a los colombianos más pobres, salvo porque al vender la tierra les dio acceso a urbanización y acceso a mejor educación. Quedó muy claro que pretende usar el acuerdo de La Habana para imponer las ideas de la más radical izquierda.

Nada dijo de la gravedad de la situación de seguridad que vive el país. Parece que no le importa.

Celebró que su gobierno ha sido eficiente, al oírlo la gran mayoría reímos, cuando, ante un gobierno tan ciego y sordo, deberíamos llorar.