La prensa es el “cuarto Poder”. Esta expresión atribuida a Edmund Burke, la pronunciaría en el debate de apertura de la Cámara de los Comunes del Reino Unido en 1787 para sugerir la influencia de la prensa sobre los poderes de la época. El cuarto poder se fortaleció con el sistema democrático, para el cual, la libertad de expresión es uno de sus pilares.
La prensa ha contribuido con investigaciones periodísticas que han develado hechos de corrupción y abuso de poder del Estado, muchos de los cuales, han sido sancionados judicialmente. Sin embargo, el poder adquirido por este oficio parece ser mal utilizado por algunos de sus profesionales y dueños de medios, quienes, en lugar de garantizar la información objetiva y la veeduría a los poderes del Estado, se convirtieron en sus subordinados. Santa Marta no ha sido ajena a esta situación. Algunos sectores de la prensa local han preferido mirar para otro lado, mientras otros, han actuado en complicidad con los poderes de turno en lugar de contribuir en los procesos de construcción de ciudad.
Un periodismo veraz y objetivo no solo es un derecho fundamental que goza de protección jurídica, es además un elemento indispensable para la formación de criterio de las ciudadanías frente al control y participación en el sistema democrático. Mientras más desinformada esté la ciudadanía más vulnerable es a la manipulación e instrumentalización política, y con esto, a su polarización y condición fallida.
Durante las pasadas elecciones regionales parte de la prensa local se vio envuelta en uno de los episodios políticos más vergonzosos de la historia reciente. Se tuvo conocimiento de archivos de Excel en los que se relacionaban contratos del Distrito como compensación a algunos medios y periodistas, entre otros sectores.
Esta presunta relación que ha sido un secreto a voz explicaría por qué durante años la prensa local se ha mantenido acrítica ante los poderes públicos, y en algunos casos, actúe como parte de una militancia ideologizada. Algunos periodistas/medios han utilizado el poder que les confieren los canales masivos para promover a sus “amigos” o descalificar a “opositores” según convenga a sus patrocinadores. Con esta conducta no solamente se han autocensurado, sino que también han contribuido a acallar las voces de líderes ciudadanos y/o políticos que intentan denunciar lo que los poderes locales temen se descubra.
Para el ciudadano promedio no es claro distinguir en los medios locales sus líneas editoriales. Cómo hacerlo si la relación medios-poder, parece estar determinada por los acuerdos que se logren en los rentables “planes de medios”, a través de los cuales, parte de la prensa local ha participado del saqueo de la ciudad.
Miles de millones con cargo a los impuestos de los samarios se han destinado para financiar los ríos de tinta que lavan la imagen de políticos, operadores de control fiscal, disciplinario, justicia y contratistas del Estado que, en la mayoría de los casos, a falta de resultados acuden a estos mecanismos para intentar bloquear los cuestionamientos a su gestión. Basta con detallar los valores de los contratos que desde las entidades públicas locales asignan a estrategias comunicacionales. En 2016 se conoció de un escandaloso contrato por USD 37.000 dólares mensuales por comunicación digital, el cual, fue referenciado por CNN Internacional así: “¿Gana más el community manager de Santa Marta que el de la reina Isabel II?”
A este contubernio entre sectores de la prensa local y los poderes públicos se suma al silencio cómplice de lideres locales que prefirieron “evitar la fatiga” de cuestionar la gestión pública. El costo de esto se pagará no solo a través de los años que le tome al Distrito recuperarse del desfinanciamiento en que quedó, sino lo que a este le cueste generar condiciones para promover la competitividad del territorio, mejorar la calidad de la población y recuperar la confianza en las instituciones por parte de la ciudadanía.
Gabo dijo que “Es el periodismo el mejor oficio del mundo”. Pero también dijo que “La ética no es una condición ocasional, sino que debe acompañar siempre al periodismo como el zumbido al moscardón.” Este respetable oficio merece más en el ejercicio local.