El pasado 3 y 4 de abril, el ministerio de Agricultura y la presidencia de la República, convocaron una Asamblea Nacional Cafetera en Bogotá, para suscribir un acuerdo que les mejore la rentabilidad de su agronegocio.
Es una iniciativa que me parece muy loable, pero desafortunadamente la hicieron por fuera de la institucionalidad cafetera. La Federación Nacional de Cafeteros, representa más de 550.000 familias cafeteras y al evento, escasamente llegaron unos 1.500 productores. Si el presidente, Gustavo Petro, y los ministros de las carteras de Hacienda, Industria y Comercio, y la de Agricultura, hubiesen invitado al Gerente de la Federación, Germán Bahamón, a un tinto en Palacio, seguramente hubiesen acordado una mejor estrategia y un plan de trabajo, para beneficiar a todos los productores.
Para nadie es un secreto, de que el gremio cafetero, como la mayoría de los gremios de la producción agropecuaria, requieren urgente una cirugía de liposucción de grasa burocrática, optimización de los recursos de los fondos parafiscales y enfoque de la política de productividad y comercio exterior. Es exactamente lo que ha venido haciendo el gerente de la Federación, Germán Bahamón, desde su posesión. No entiendo la animadversión que la han cogido en el gobierno, si está haciendo la tarea que corresponde junto a sus 15 Comités Departamentales y 366 Comités Municipales. Esta semana, por ejemplo, anunció que el sector cafetero ha tenido un crecimiento del 3% en la producción (11,44 millones de sacos) y que las exportaciones crecieron el 17% en los últimos doce meses.
Claramente, hay muchas tareas más que tiene que resolver en el corto plazo. La revaluación de la moneda, la creciente consolidación en la industria de tostadores y cadenas de café, la especulación financiera en el mercado de commodities y la volatilidad del precio del grano, requieren instituir urgentemente un instrumento de cobertura de precios y de tasa de cambio, subvencionado por el gobierno y el Fondo Nacional de Cafeteros.
Otro problema que debe resolverse prontamente es el mínimo retorno de la rentabilidad al productor. Un tinto en Starbucks en Estados Unidos cuesta aproximadamente 4 dólares, de los cuales solo el 3% le vuelve al caficultor colombiano. El 97% restante va al que hizo la ingeniería genética del café, el procesamiento, el branding, el marketing y la comercialización, lo que llamamos economía del conocimiento. El gremio debe fomentar la industrialización del café, Es decir, hacer accionista de las empresas que transforman el producto a los productores en sociedades anónimas abiertas, inscritas en bolsa, con gobierno corporativo y con un socio estratégico con amplio conocimiento del negocio que les dé garantía de buen manejo y de éxito económico.
La baja rentabilidad del negocio por el incremento en los costos de producción, bajos rendimientos por hectárea y caída del precio del mercado, afectan en mayor proporción a cafetales convencionales con superficies de siembras menores a 3 hectáreas Hay que diversificar la explotación rural. ¿Por qué no fomentar y financiar con recursos de créditos Finagro, un programa de agroturismo como el de la Toscana en Italia, para diversificar los ingresos? Presidente Petro, tómese el tintico con la Federación Nacional de Cafeteros, juntos la carga pesa menos.
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