Carnavales 2012

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Carlos Bustamante Barros

Carlos Bustamante Barros

Columna: Columna Caribeña

e-mail: cm-bustamante@hotmail.com



Cada vez que tienen presencia los epílogos de cada año con su nostalgia imperecedera de los logros alcanzados y también de las frustraciones por aquellos conjuntos de caracteres particulares que no pudieron lograrse, aparece como por encanto a la vera del camino los atisbos coloridos del carnaval en la costa Caribe colombiana que habrá de prolongarse dos meses hasta el miércoles de ceniza cuando se da sepultura a Joselito Carnaval, señalado por antonomasia como el portaestandarte de las fiestas más ruidosas de todos los tiempos, donde emerge como por arte de magia la fusión enaltecedora de la realidad mezclada con la fantasía, para desaparecer luego sin dejar rastro alguno.

De las casetas populares se vierte con frecuencia música por doquier a través de poderosos traganíquel llamados tumba techos por las altas frecuencias en decibeles, incluso también suelen presentarse en dichos lugares agrupaciones musicales de moda cuyos ecos son esparcidos al espacio ilimitado por las brisas fuertes en los confines de la planicie exuberante y salvaje, incluso las aves silvestres que pernoctan en la copa de arboleda como si tuvieran uso de raciocinio ignoran los bullicios propiciados por el hombre y continúan sumidas en su sueño largo y aletargado soñando tal vez con una buena caza de cereales para alimentarse.

Como un manto largo y colorido van apareciendo en los confines de la planicie las carrozas con imágenes supra terrenales en la que bailan sin cesar mujeres hermosas de diversas tipológicas étnicas, al son de tamboras autóctonas elaboradas con cuero templado de ovejas que optimizan la percusión, flauta de millo indígena, así como las consabidas guacharacas para armarse el parrandón que suele prolongarse hasta tres días continuos, desafiando la capacidad física hasta que el cuerpo aguante.

Recuerdo como estela fulgurante de luz en la noche oscura apartes imperecederos de los carnavales hace algunos años atrás con los salones en que se acostumbraba ataviarse con caretas originales y disfraces populares en la que era irreconocible la verdadera identidad del enmascarado, era un modo de protegerse sanamente contra los chismes de barrio de ocurrencia en la provincia colombiana donde incluso hay mujeres que han preferido quedarse solteronas con tal de no desafiar las rigurosas exigencias sociales de la castidad , aunque tales actos inflexibles sitúen su propia vida en sendas sinuosas de las propias ruinas personales en no procrear hijos, por el qué dirán de la gente que usualmente lleva doble vida repletas de hipocresía.

Una de las características más sobresalientes de los carnavales en la costa Caribe colombiana es que surge espontáneamente, no se necesita organización, tampoco juntas directivas, ni nada que se le parezca, como una tromba aparece haciendo gala con su colorido enaltecedor y luego de la misma forma parte para esfumarse sin dejar rastro alguno, lo que nos indica de manera clara que las costumbres de los pueblos son insoslayables por obvias razones.

También recuerdo de alguna manera que en un pasado reciente un alcalde de Santa Marta pretendió variar con decretos las fechas originales de los carnavales, es decir, en el mes de febrero, para correrla para el mes de julio con tan malos resultados que el pueblo puso en práctica la desobediencia civil y disfrutó de todas formas los carnavales en los calendarios originales, demostrando con ello que la fuerza invariable de las costumbres de los pueblos prevalece incluso sobre los decretos oportunistas.

Inmerso en las propias catacumbas de la tierra del olvido, deseamos buenos carnavales 2012 a todos aquellos que deseen recibirlos, en la variable insustituible que quien lo vive es quien lo goza, en la que es menester enunciar que hay buen ambiente en Santa Marta originado por las diferentes comparsas de barrios populares que integran su propia fuerza apabullante y al mismo tiempo bella a través del decurso de los siglos, en un mundo que no se detiene sino todo lo contrario evoluciona a diario como la vida misma.