Conflictos y sociedad democrática

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Escrito por:

Luis Tabares Agudelo

Luis Tabares Agudelo

Columna: Opinión

e-mail: tabaresluis@coruniamericana.edu.co


A lo largo de la historia del pensamiento, diversos enfoques teóricos han intentado descifrar la esencia y las raíces de los conflictos. No obstante, conviene señalar, en primer lugar, que hay una serie de ideas erróneas que oscurecen su comprensión. Por ejemplo, el supuesto de que todos los conflictos son negativos, que todos se originan de una fuente común o que el paraíso es un lugar sin conflictos. 

Mientras tanto, pueden surgir de una amplia variedad de campos, desde lo político y lo económico, hasta lo cultural y lo religioso. La confrontación, a menudo percibida como un enfrentamiento directo, puede en realidad reflejar aspectos objetivos del conflicto o simplemente la percepción de la disputa.

Ahora bien, la estructura de todo conflicto puede desglosarse en el problema, el proceso a través del cual se aborda y las partes involucradas. Asimismo, suelen pasar por etapas: desde su formación e intensificación, pasando por el alivio y el acuerdo, hasta la resolución, la reconciliación y, finalmente, la reconstrucción.

Sin embargo, es fundamental considerar que los actores varían enormemente. Pueden ser individuales o colectivos, públicos o privados, organizados o incluso armados. En la dinámica social, a menudo prevalece una visión negativa del conflicto, asociada con la destrucción. Aunque, no debemos olvidar que los conflictos también tienen un potencial positivo, sirviendo como catalizadores para el cambio y la innovación.

En consecuencia, diversas escuelas y teorías han intentado descifrar la naturaleza de los conflictos. La escuela biológica, por ejemplo, sugiere que el conflicto es innato en los seres humanos debido a su biología. La escuela psicosociológica, por otro lado, ve el conflicto como un producto de las interacciones sociales y de las estructuras psicológicas. Por su parte, la escuela estructuralista argumenta que los conflictos son el resultado de las desigualdades inherentes en las estructuras de poder.

Adicionalmente, la concepción democrática de los conflictos sostiene que, en una sociedad democrática, los conflictos son inevitables, pero su expresión puede tomar múltiples formas. La convivencia y el conflicto, en este sentido, no son mutuamente excluyentes, sino más bien complementarios.

Por lo tanto, se plantea una cuestión fundamental: ¿es posible un nuevo orden social? Si bien es imposible erradicar completamente los conflictos, es concebible un sistema que los gestione de manera más efectiva, promoviendo el diálogo y la comprensión mutua. ¿Es posible vivir sin conflictos? A nivel individual, tal vez, pero a nivel de sociedad, no. Pero, gestionados adecuadamente, pueden ser una herramienta para el progreso.

En síntesis, si bien es cierto que los conflictos pueden ser perjudiciales, también son una parte inevitable y, en cierto modo, esencial de la convivencia humana. Por eso, nuestra comprensión y manejo determinará, en última instancia, el rumbo de nuestra sociedad y nuestro futuro colectivo.

Se desprende que, en el contexto contemporáneo, vivimos en un mundo globalizado e interconectado, donde los conflictos trascienden las fronteras nacionales y las esferas privadas. Las tensiones entre culturas, religiones y sistemas económicos se han intensificado, lo que nos lleva a la necesidad de reconsiderar y adaptar nuestros enfoques teóricos y prácticos hacia los conflictos.

Aunque las teorías clásicas han proporcionado una base sólida, la realidad evolutiva demanda una adaptación constante. Esto significa que las estrategias de resolución de conflictos deben ser flexibles y sensibles al contexto específico. Además, en el corazón de esta adaptación debe estar el reconocimiento de que cada conflicto, independientemente de su naturaleza, tiene al menos un denominador común: las personas.

Para concluir, si bien, la erradicación total de los conflictos puede ser una utopía, su adecuada gestión y transformación es una realidad tangible. Para alcanzar una convivencia armónica, es esencial que internalicemos la idea de que los conflictos no son el fin, sino más bien el medio a través del cual podemos alcanzar una sociedad más justa, inclusiva y democrática. Puede que el paraíso sea acá, no sin conflictos, pero sí sabiéndolos manejar. La pregunta, entonces, no es si podemos vivir sin conflictos, sino cómo podemos vivir con ellos de una manera que beneficie a todos.



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