Santa Marta y sus felices 498 años

Columnas de Opinión
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Escrito por:

María Vélez Rojas

María Vélez Rojas

Columna: Opinión

e-mail: mariavelezrojas95@gmail.com


498 años llenos de memorias nostálgicas en las mentes y en los corazones de cada uno de los samarios, 498 años llenos de recuerdos y un infinito amor por el azul intenso de nuestro mar.

Nos abrazan tantos lenguajes coloquiales, tanta identidad, cultura, diversidad que fácilmente, la perla se convierte en la musa de nuestros suspiros y el poema que parecemos relatar, cuando hablamos de ella.

Ella, la ciudad dos veces santa, la que esconde en cada uno de sus rincones una historia por contar, la de La Bahía, Gaira, La Sierra Nevada, El Rodadero, Minca, Taganga, Tayrona, Neguanje, Bahía Concha, Cinto y las demás. Aquella de territorio pequeño, pero también, la de infinita magia por presenciar. La que nos trasnocha en el centro con El Parque De los Novios y su calle del correo, jugando con nuestros sentidos y a su vez, deleitándonos con la música de artistas. Esa tierrita que nos invita a degustar en cada esquina, de la variedad de un plato local o internacional.

Santa Marta es una experiencia amañadora y enriquecedora. Te desconecta, te arrulla y te hace danzar al ritmo de sus olas. Te hace llorar ante lo injusto, pero te levanta y te da esperanza cuando hay alguna que otra revolución.

Somos de la costa, nos abraza el mismo calor. Somos gente cálida, humilde y muy servicial. Nos representa el acento costeño más neutral, pero somos de personalidad intensa y muy arrolladora por lo general. Tenemos aquel meneo de marea alta en luna llena, un peculiar sabor a agüita sala’ y en la piel, un color de sol atardecer que te hacen suspirar.

Conocí a Santa Marta, estando en Magdalena, ahí me enamoré de las dos pero me aferré muchísimo más a ella. A su capital, a los recuerdos de las idas en familia al cine del royal, a mis intentos de deportista, pero mi eficacia exquisita como catadora de deditos del poli. Amo recordar a la ciudad llena de luces en navidad, caminarla por debajo del puente de la araña, las idas a la ciudad de hierro, al parque acuático y al acuario. Hoy en día, son más recuerdos que construimos junto a ella, que de seguro y en el futuro, relataremos de igual o mejor manera.

Quiero lo mejor para ti mi perlita. Quiero más recuerdos bonitos. No solo quiero verte cumplir feliz, sino que siempre quiero verte feliz.

Qué orgullo decir ¡soy samario/a! que soy de aquella tierra donde se desayuna con mote e’ guineo, se sueña viendo un atardecer y se baila al son de Carlos Vives.

Qué orgullo que me hayas parido, Santa Marta.

Qué orgullo vivir enamorada de ti.

Qué orgullo haber nacido de ti.