¡Viva Chile!

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



Chile ha vuelto a apostar por que sean sus sectores más realistas, responsables de llevar a ese país a ser lo que es, los que vuelvan a decidir el destino mediato de la nación, muy a pesar de los incendios artificiales de la gobernante izquierda mentirosa, perezosa, fantasiosa y fanática, en cuyas manos tuvieron la desgracia de caer. Que los australes son gente moderada e inteligente, poco dada al exceso emocional de la charlatanería, a nadie le cabe duda; pero, como al mejor cazador se le va la liebre, hace menos de cuatro años el famoso “estallido social” (expresión nacida allá y no acá) determinó que cuestiones ciudadanas menores, que podían ser arregladas por las vías ordinarias del poder público, como había sucedido desde 1990, se hicieran una especie de Florero de Llorente para una turba de lloricones y plañideras profesionales: gente con un astuto libreto bajo el brazo.

Así, pues, a partir del próximo 7 de junio los cincuenta consejeros elegidos el pasado fin de semana para redactar la nueva constitución política trabajarán en ese propósito durante cinco meses; y el nuevo plebiscito, a ver si el pueblo aprueba el proyecto resultante de esta constituyente, será votado el 17 de diciembre. La diferencia fundamental con el proceso que derivó en el proyecto de constitución política rechazado en septiembre del año pasado está en que, en aquella ocasión, la Convención Constitucional sesionó durante doce meses, con 154 miembros mayoritariamente provenientes de representaciones políticas escandalosas y sectarias, lo que seguramente determinó que se escribiera a 308 manos un recargado texto de ideología “salvadora del mundo”, en lugar de una verdadera carta de navegación para el desarrollo pacífico intergeneracional, que era lo que se esperaba. Esta vez será al revés: las últimas palabras de cada artículo redactado la tendrán los otros.

Desde luego, nada asegura que el documento resultante, que a lo mejor estará en abierta contravía con los postulados del Gobierno actual, no vaya a ser igualmente rechazado en las urnas. Por eso, como lo ha pedido el propio presidente Gabriel Boric, la derecha deberá hacer buena administración de este triunfo; de ello dependerá poder evitar el efecto pendular previsible y que entonces el Gobierno convierta esta derrota de hoy en fuente de capital político revitalizador, en diciembre. Pues todo puede ser. A los ganadores les corresponde, entonces, ser los adultos que sus opositores no fueron en su oportunidad: reconocer la existencia y las necesidades del universo de la población en la confección dogmática y orgánica del cuerpo constitucional, siempre con respeto por lo ya logrado.

Por lo demás, esperemos que la angelical “primera línea” de allí (la original, que aquí hasta eso se copiaron) no reinicie ahora, a partir esta legítima derrota, su labor subversiva en la organizada Santiago, afeándola toda con su humada, “decreciendo” lo que significó esfuerzo para generaciones previas. De ser así, ojalá a Carabineros no le tiemble la mano para restaurar el orden, como ya lo hizo antes, como tanta falta hace, no solo en Chile, sino el cualquier país que pretenda conservar su democracia, su institucionalidad, el uso de su razón y el deseo de progresar de verdad en libertad.