¿Estallido social?

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



La amenaza velada con destinatario indeterminado que ha lanzado el presidente del Congreso de la República, en el sentido de que, si no se aprueba la reformitis aguda propuesta por este Gobierno, sencillamente se estaría haciendo un llamado a la anarquía, está basada en una falacia.

Pues tal conclusión mentirosa (la de que el país va a volar en mil pedazos) deviene, a su vez, fruto de una premisa mayor que no es cierta, pero que bien sirve de base transitoria para hacer politiquería: el sistema social ha colapsado y es necesario y urgente cambiar la salud, las pensiones, el pacto laboral, el clima, etc.; de lo contrario, de no hacerse esa “explosión controlada” de la situación, los resultados serán harto peores para todos y podemos esperar el acabose. Algo parecido a lo que algunos insinuaban, en junio de 2022, si no ganaba Gustavo Petro las elecciones presidenciales. 

Esto es lo que se llama sembrar miedo para cosechar votos, sucedáneo inaceptable de la verdadera discusión de fondo que engendra disensos tramitados, a su vez el origen de políticas y de leyes sostenibles en el tiempo, habida cuenta de su profundidad realista y de su aceptación entre la gente. Ahora bien, está claro que cuando a los que están en el Gobierno se les acaba el sustento, o no les da la gana sustentar nada, suelen sucumbir a la tentación de argumentar con la cifra de los votos del año pasado, como si los días no pasaran y las cosas no cambiaran. Y, cuando se les agota este sirirí, ya se está volviendo costumbre pretender impulsarse en las reuniones que el presidente de la República cita para dar la imagen de contar con apoyo popular para sus reformas (desde el balcón presidencial o la Plaza de Armas), y a las que él llega desvergonzadamente tarde, según su uso. 

En realidad, ni el país va a arder si las tensiones sociales existentes no se resuelven exclusivamente a través de las reformas propuestas por este Gobierno, ni es posible al calor de multitudes discutir seriamente nada al detalle, de manera que se preparen políticas que miren a todos los sectores, y que, así, ayuden a construir la genuina paz social, esa que tan descuidada está por andar hablando de paces totales y otras componendas. Por un lado, esta nación estalló hace ya mucho y lo que algunos han venido haciendo durante las últimas décadas es evitar que los bombazos sigan siendo el mecanismo regular de debate entre los desiguales de discurso; y, por el otro, para debatir y resolver con minuciosidad, y no a los vítores, las prescripciones con las que se pretende mejorar la vida de la gente, está el escenario natural, el Congreso, aunque su actual presidente no lo crea. 

Como ya ha sido señalado, hay algunas luces al final de este túnel que empezó hace menos de ocho meses. El Congreso de la República, el Poder Judicial, la ciudadanía y algunos medios de comunicación le van perdiendo el miedo al disenso significativo y fundado ante un Gobierno que se inauguró con ínfulas de aplanadora en lo exclusivamente político, como si esa fuera su función y no otra, y que poco se ha empleado en eso de la administración pública, asunto quizás aburrido pero indispensable. Los colombianos no queremos que nos gobiernen con miedo, sino con esperanza.