Ordenamiento territorial del Estado: Debate de más de dos siglos

Columnas de Opinión
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El profesor emérito Augusto Hernández Becerra nos señala que “el problema crucial de la organización territorial del Estado que no hemos podido resolver desde su fundación y que es la causa principal de inconformidad y discordia entre los colombianos, es la cuestión del reparto del poder entre los ciudadanos (…) de su real participación en los recursos y en la solución de sus problemas (…) y del grado de libertad que se estima conceder, reconocer o tolerar a las diversas porciones de territorio. (…) Según la forma como se conjuguen tan diversos intereses, aparece una amplia gama de tipos de organización territorial”.

“El Ordenamiento Territorial del Estado, es pues, un aspecto que no ha podido conciliar la opinión de los colombianos desde los primeros tiempos de la República hasta nuestros días. (…) En consecuencia se constituye en la actualidad de un debate que va para dos siglos (…) y es probablemente la más grande frustración constitucional de Colombia en su ya prolongada existencia republicana, como es la de no haber logrado aún darle forma acabada al Estado en el aspecto de su organización territorial”. Cuarenta y tres (43) años de centralismo, treinta y tres (33) de federalismo, ciento cinco (105) nuevamente de centralismo, y treinta y dos (32) años de vigencia de la Constitución de 1991 y aún no se ha logrado definir el modelo territorial del Estado Colombiano.

“Es grave la responsabilidad histórica de la Dirigencia Nacional. (…) el que no lo hayamos logrado al cabo de 213 años de vida institucional, y es un elocuente testimonio de incapacidad política y de tenaz reincidencia en el error. No se pudo en 1991, pero deberá hacerse en el futuro inmediato. (…) Un país donde el tejido territorial (y por tanto social) se hace y se deshace periódica y sistemáticamente, como si se tratase de la famosa tela de Penélope, derrocha sus energías y aplaza preciosas oportunidades para apuntalar su prosperidad”, afirma Hernández Becerra.

De manera que “el permanente desacuerdo de los colombianos en esta materia impide pensar en propósitos colectivos de más grande aliento. La discrepancia no obedece a caprichos o ignorancia. Lo que ocurre es que tras el modelo territorial de Estado (o su inexistencia) se parapetan grandes intereses, decisivos para la suerte del país. Como es bien sabido, en el pasado el tema territorial ha servido como medio para racionalizar el reparto del poder entre grupos económicos y políticos que forman la clase dirigente del país. Bajo teorías y formulismos jurídicos, una vez más, se oculta la cara del poder real, (…) puesto que es indudable que grandes intereses de orden económico y político han conspirado sordamente contra la construcción democrática del tejido social y, por ende, del orden o sistema territorial”.

En efecto, la organización territorial del país inducida hacia el centro de su territorio ha generado pobreza en la marginalidad, pues su poder ordenador se ha realizado en atención a las necesidades de las grandes ciudades, que no pasan de cinco, y si se incluyen las intermedias, alcanzan a sumar tan solo cien de los 1.103 municipios de nuestra nación. En tal virtud, las particularidades y circunstancias de los mil municipios restantes, que representan el 90% del país, no han sido tenidas en cuenta, con lo cual los indicadores de pobreza se han expresado en una precaria prestación de servicios básicos en salud, educación, agua potable y saneamiento básico. Débil presencia estatal en estos territorios de la nación, que son su inmensa mayoría, que surge como consecuencia del absorbente poder del centro, “que ofrece muy poco a cambio a la periferia”, según señala Domínguez Ossa.