Ideologización

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



El mes pasado nos enteramos de que el famoso psicólogo Jordan Peterson fue amenazado por el Colegio de Psicólogos de Ontario, en su natal Canadá, con perder su licencia si no se sometía a un curso de “reeducación” para que así pueda comunicarse “correctamente” a través de Internet. El pecado de Peterson fue haber publicitado un tuit del líder conservador canadiense en contra del actual primer ministro de ese país, el progre Justin Trudeau. Si esto pasara en algún rincón del tercer mundo, ya sería grave; como pasa en Canadá, uno de los países más prósperos del globo, es francamente catastrófico. Ello significa que los tiempos en los que había delito de opinión han regresado, esta vez con disimulo, es decir, en representación de una supuesta causa justa (¿cuál en Canadá?: ¿que al vivazo de Trudeau no se lo puede criticar?), y, en esa medida, incontestable. 

Esto me ha recordado aquella vez que, en 2017, una estudiante musulmana, en su aplicación a la Universidad de Stanford, escribió cien veces la manida y ya casi vacía frase “Las vidas negras importan”, en inglés. La pregunta que tenía que contestar en la aplicación era qué le importaba y por qué. Los directivos de esta famosa universidad, cuyo lema es "Sopla el viento de la libertad", increíblemente aceptaron la mediocre respuesta-plana de la aspirante-activista. Sí, hacer este activismo llorón es lo que hace rato se impone; frente a lo que todavía no hay rechazo contundente, sino silencio buenista, es aquello con lo que tienden a emplearse a fondo estos agentes, o sea, la invasión del espacio personal de los demás para imponer sus creencias. Actividad nada inane y que, por el contrario, parece disfrazar las ejecutorias de un plan maestro, oculto a la simple vista. 

En junio del año pasado, un egresado de psicología de la Universidad Autónoma de Baja California, en México, a partir de su promedio de notas, que era casi perfecto, fue invitado a dar el discurso de las graduaciones. A Christian Fernando Cortez, que así se llama el joven citado a expresar su parecer, le pareció muy a cuento dedicar sus palabras a ensalzar la familia y sus valores religiosos, en desmedro de la ideología de género y el abortismo reinante. Su razonamiento fue calificado por ciertos asistentes a la ceremonia como “discurso de odio”, y entonces no solo se marcharon mientras abucheaban al orador, sino que después esos grandes “liberales” enviaron una carta a la universidad solicitando, entre otras lindezas, que se le retirara el título a este buen alumno, y que se aprobara hacer un proceso psicoterapéutico con los nuevos estudiantes de psicología. ¿Por “psicoterapéutico” debemos entender “reeducación”, lo mismo que le quieren hacer a Jordan Peterson en Canadá? 

No repetiré el argumento de Donald Trump acerca de la existencia de una élite globalista dominante,  que a lo mejor ha decidido mandar en el mundo de maneras menos obvias que las de antaño, o no; pero hay que conceder que el cariz del presente es irritante, pues ya se puede afirmar que hemos llegado al punto en que lo bueno es malo y lo malo es bueno en términos democráticos. En Colombia, desde luego, no se está a salvo de esta amenaza de sanción al pensamiento independiente.