El ordenamiento territorial colombiano o tela de Penélope

Columnas de Opinión
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Así como Penélope, mujer de Ulises y madre de Telémaco, deshacía por la noche todo lo que    había bordado durante el día, de manera similar el tejido territorial del Estado colombiano se hace y se deshace periódica y sistemáticamente. El tejido territorial unitario que se hizo durante los primeros 43 años de existencia republicana se deshizo con la vigorosa descentralización iniciada con la Constitución federalista de 1853. Con la Constitución de 1886 se restauró el centralismo y se deshizo el tejido territorial descentralizador construido por la Carta de 1853. “El modelo territorial de Estado adoptado con la Constitución de 1991, si pudiera llamarse así, carece de definición, de hilo conductor y de pensamiento rector”, según afirma el profesor emérito Augusto Hernández Becerra.

“Del texto y el contexto de la Carta del 91 pueden deducirse, en materia de ordenamiento territorial, los siguientes principios: Estado unitario y territorialmente descentralizado, autonomía de las entidades territoriales y preeminencia del municipio, entre otros (…) La Carta sugiere o propone piezas que podrían ser útiles para armar muchos modelos posibles, pero no estructura ninguno en forma completa, y ni siquiera señala un norte definido. (…) Aparentemente nada falta allí de lo que sería deseable para armar un Estado a nuestro gusto. Todas las posibilidades han sido previstas, todos los caprichos podrían ser satisfechos. Disfrutamos de una Constitución generosa, abierta, imaginativa, moderna y dúctil. Disponemos de abundancia de ingredientes y de toda clase de aromas y colores. En opinión de algunos quizá bastaría con aplicar un poco de región acá, algo de provincia allí, una pizca de autonomía municipal, un amarguito de departamento, mucho sabor autonomista, todo ello revuelto dentro de la olla centralista.

Si bien en la Constitución abundan los ingredientes, salta a la vista que en ella falta una buena receta territorial, aquélla que nos permitiría reconocer y poner en práctica un “modelo” territorial de Estado. Si no existe en la Constitución modelo alguno, quedará imposible a cualquier ley armarlo a partir de piezas sueltas, pues se trata de elegir entre múltiples opciones políticas, fundamentales para la vida colectiva, materia de suyo constitucional. (…) Al haberlo dispuesto así, la constituyente estuvo por debajo de su responsabilidad histórica, y ha dejado en gran incertidumbre y expuesta a graves peligros una de las cuestiones más sensibles de nuestra vida política y de nuestra historia constitucional”, señala el exmagistrado Becerra.

La bella historia de la famosa tela de Penélope fue un ardid ideado por ella para negarse a conceder su mano a numerosos pretendientes, durante los 20 años que duró la ausencia de Ulises. Ejemplo que no debe servirnos para volver a diseñar el tejido territorial de un nuevo modelo de Estado, sino por el contrario, para profundizar el tejido descentralizador iniciado…dado que la “descentralización en nuestro país se impone como una especie de ley natural, debido a imperativos geográficos y sociales (…) pero, cualquier seña amenazante, genera en el Estado la reacción instintiva de volver al refugio del centralismo (…) para recuperar la tradicional racionalidad de la organización corrompida de la política y del Estado. Por supuesto, la descentralización no está exenta de corrupción. De hecho, en principio parecería que lo que favorece es la corrupción misma. Sin embargo, crea condiciones más propicias que el centralismo para el saneamiento de la administración pública, pues además de romper la racionalidad del stato quo, (…) son más controlables las pequeñas administraciones, más penetrables por las veedurías ciudadanas, más pequeños los robos, y más débiles los actores”

(…) Pero, como la historia tiende a repetirse, en el pasado reformas para la desaceleración de las transferencias, la supresión del sistema de cofinanciación y la abolición de la elección popular de alcaldes,” hoy, con la propuesta de descentralización de los recursos de la Adres, se escuchan voces centralistas para frenar el propósito descentralizador.