Santa Marta fue robada en víspera de año nuevo

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Escrito por:

Rosember Rivadeneira Bermúdez

Rosember Rivadeneira Bermúdez

Columna: Opinión

e-mail: rosemberrr@yahoo.es


Santa Marta, pueblo sin dolientes, colmado de zombis, cuyas autoridades simulan proyectos para arrebatarle a la población el fruto de su esfuerzo.

El pueblo yacía embriagado en las festividades de fechas especiales, mientras gobernantes y concejales se apoderaban de las partidas presupuestales.

Financian a costa del pueblo la campaña electoral que se avecina, intentan recuperar con creces los votos que compraron y materializan la riqueza fácil con la que soñaron.

Los elegidos colman sus manos con billetes y contratos. La historia ilustra a través de libros olvidados, que comprarán inmuebles en otras regiones, que adquirirán vehículos y abrirán cuentas bancarias a nombre de terceros para ocultar el producto del delito. Nada espera el ciudadano honesto que ocurra, porque el pueblo perezoso mayoritario se conforma con discursos.

Previo a recibir la estocada en las finanzas, al comprometerse las vigencias presupuestales futuras, no hubo presencia de multitudes populares para defender el presente de los fervientes trabajadores ni el porvenir de las próximas generaciones; solo se escuchaba el grito o se observaba el puño de los lacayos del demonio naranjo, que fueron enviados a cuidar la continuidad de sus contratos.

Hubo prisa y no podía ser en posterior calenda, porque la ley prohíbe comprometer vigencias futuras en el último año de gobierno del alcalde.

Distribuido el producto de la corrupción y consumado el desfalco, se realizaron eventos y festivales para distraer la atención de los habitantes, que se paseaban por las playas con la boca abierta.

Hoy la ciudadanía idiotizada aplaude, pero en el futuro se lamentará, cuando fatalmente advierta que las obras no se realizarán, que el recurso público desaparecerá, que el agua pura al grifo continuará sin arribar, que el negocio de los carrotanques se fortalecerá, que unos pocos se enriquecerán, y que el pan deseado en la mesa por el samario honesto escaseará, sin embargo, los concejales y gobernantes gozarán de las excentricidades de Dubái.

Les asiste la razón a los ancianos, Santa Marta es una tierra vencida, y el samario es un ser condenado a estar arrodillado. He aquí al infierno terrenal, cuyas llamas han sido alimentadas por la Corporación electoral territorial, integrada por seres de maldad que ejercen el título democrático de concejal. Se postularon para cumplir la Constitución, pero electos, se abrigaron en el palacio de la inmunda e inmoral prostitución, que es la guarida en la que fornican con la corrupción para darle rienda suelta a la codicia y a la ambición.

Ignora el pueblo que elige mandatarios, y que a sus pies deben rendir cuentas los empleados, pero, cuando arriban al poder, se convierten en tiranos que luchan por cumplir proyectos insanos, por eso les arrebatan a los ciudadanos el dinero de las manos, celebran leoninos contratos, saturan la planta de personal con novios, amigos, sobrinos y ahijados; y a través de discursos conservan inerme al elector dominado y engañado.

La solución del preciado líquido es una quimera, un discurso que se desvanecerá como una estrella fugaz, pero cierto será que con los del cambio no habrá solución al problema del agua potable y a su abastecimiento, como cierto también es, que el Concejo fue el cerebro de que a Santa Marta la hayan tumbado.

Samario, continúa sonriendo mientras los bellacos de cuello blanco te arrebatan el producto del trabajo, o cuando los defensores del espacio público pretendan extraerles a trompadas los dientes a las vendedoras ambulantes, o cuando te obliguen a pagar sanciones ilegales por infracciones inexistentes, o cuando en campaña los candidatos te abracen y te acaricien la cabeza para luego arrebatarte la esperanza y la riqueza. Sonríe en esta urbe, que es una de las tantas ciudades de Colombia en la que tenemos el deber de aportar, pero jamás el derecho a reclamar.

Clausuras las puertas de la razón, te niegas a abrir los ojos y a escuchar consejos, pueblo necio, indolente e insensato. Por eso, las nuevas alianzas infernales anuncian que, en el nuevo calendario electoral, te colocarás nuevamente la soga al cuello, regalándole o vendiéndole el voto a los bellacos del Concejo y a los demonios del cambio.

¡Qué tristeza Santa Marta! ¡En qué han convertido a la dos veces santa! Cierto es que el pueblo sufre la suerte y derrama las lágrimas que se merece.