Se tiene que ir

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



Resulta redundante expresar preocupación por la terrible depreciación del peso colombiano frente al dólar yanqui, más cuando son de sobra sabidas las razones de ello, así como, consecuentemente, los posibles paliativos.

Pues estamos en presencia de una especie de cuestión de confianza de hecho, mediante la cual, aunque el Gobierno no le ha preguntado a ningún cuerpo representativo si lo está haciendo bien en materia económica hasta el momento, le es enviado el mensaje directo y claro en sentido negativo por parte del más duro de los jueces: el formado por los mercados. El dolor más perceptible para los colombianos con el dólar a cinco mil pesos, y subiendo, se ve en la inflación; la que, en adición al “decrecimiento económico” que este Gobierno ha manifestado admirar a través del culto a la muerte de la industria extractiva de hidrocarburos, no puede sino terminar en aquello que los economistas bautizaron como “estanflación”, acrónimo de estancamiento e inflación. 

A las desastrosas intervenciones públicas de la ministra de Minas y Energía, la estelar “activista” de la debacle, cuan irracional es, se les ha sumado la incertidumbre que el propio presidente de la República causó durante la semana pasada al hacer añicos el gobierno corporativo de Ecopetrol, una empresa sensible a los vaivenes del mercado bursátil, porque participa en él, y que es el símbolo de la hacienda pública nacional, se quiera o no. Entonces, ¿qué de raro tiene que el endeble peso colombiano, a diferencia de ciertas monedas hermanas, se haya desplomado de una buena vez, si desde el Gobierno al que ya se le acabó el período de gracia no han hecho sino todo lo posible por que eso pase? A todas luces el tal activismo gobiernista está fuera de lugar; y lo que es más: salvedad hecha del ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, se va haciendo palpable que no estamos en manos de moderados en materia económica. No se debe mirar para otro lado ante esto. 

Tampoco los políticos de oposición, que más o menos van despertando de su estupefacción, pueden darse el lujo de encasquillarse ante el impulsivo manejo del país. En este sentido, a pesar de que la moción de censura presentada en contra de Irene Vélez, la ministra de Minas, no tenga cómo prosperar en el Congreso de la República, tiene que insistirse en su pronta despedida; si ello no se logra a través de los mecanismos habidos en el ordenamiento jurídico para hacer efectivo el control político, al menos hay que consolidar la sensación de que el aparato productivo del país debe estar a salvo de locuras, tal y como el ministro de Hacienda se lo encriptó a los buenos entendedores.   

Mientras tanto, se seguirá descargando en la recesión técnica de los Estados Unidos la apreciación del dólar, así como en la pospandemia y sus crisis logísticas, en la guerra de Ucrania y la contracción de China. Al tiempo, el Banco de la República a lo mejor continuará su eterno análisis acerca de qué manera puede intervenir el mercado cambiario, para frenar al dólar, sin desbarajustar más las cosas. De modo que, aunque son pocas las opciones, es hora de que el Gobierno envíe una señal explícita de confianza a los nerviosos inversores: el fusible que se quemó debe ser reemplazado.