La libertadora del libertador

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Escrito por:

Luis Tabares Agudelo

Luis Tabares Agudelo

Columna: Opinión

e-mail: tabaresluis@coruniamericana.edu.co


En enero de 1828, cuando el libertador Simón Bolívar se preparaba para ir a Bogotá, se encontraba un poco triste y angustiado debido a que antes había escuchado que Francisco de Paula Santander había hecho advertencia ante el congreso de la república: “que no venga; Tal es su influencia y la fuerza secreta de su voluntad que yo mismo en infinidad de ocasiones me he acercado a él lleno de venganza y sólo el verle y oírle me ha desarmado y he salido lleno de admiración”

Además, un periódico capitalino lo había acusado de venir a la Gran Colombia a imitar el golpe de Estado perpetrado por Napoleón en Versalles. 

La acusación no era para menos pues se preparaba el libertador para asumir la presidencia de la Gran Colombia. Pero a raíz de la publicación, en actitud resuelta proclamó una nueva asamblea nacional constituyente. 

En la proclama afirmó que “Yo lo digo altamente: la república se pierde, o se me confiere una inmensa autoridad. Yo no confío en los traidores de Bogotá, ni en los del sur. La gran convención no se reunirá jamás sí yo no destruyo antes a los facciosos. El diablo está en el Congreso“.

La Asamblea Nacional Constituyente era una de las formas con que el libertador garantizaba la libertad de su idolatría. Por eso, luego de varios meses, le volvió el ánimo cuando en Ocaña se instauró la convención con 108 diputados divididos principalmente en dos partidos: el de Bolívar y el de Santander; con el fin de decidir que tipo de gobierno regiría el futuro de nuestra nación. 

Respetuoso de la Constitución y de la separación de poderes, se negó el libertador a ir a Ocaña para no inferir en la decisión de los asambleístas, pero se instaló en Bucaramanga donde se mantenía informado rápidamente y de primera mano de las decisiones. 

Cuando sus partidarios le pedían que fuera a la convención o le llegaban noticias que Santander sacaba ventaja pues estaba inmerso como asambleísta, organizaba el orden de la votación de los artículos y además, urdía contra él, dijo en un tono irónico: “La sala de convención podría ser para mí lo que el Capitolio para Cesar; no porque ninguno de los miembros fuese capaz de un acto semejante, sino porque no faltarían esbirros para eso”

Mientras tanto, el libertador hacía cuentas como lo haría cualquier presidente de Suramérica: “los federalistas son pocos, mis enemigos menos; pero la inacción de muchos iguala a la actividad de los pocos. Las tropas me aman bastante, lo mismo el pueblo bajo y la iglesia”. Creía contar con 60 votos fijos. Mientras calculaba que Santander no pasaba de 20.  


La Convención llega a su final con una derrota para Santander. O, desde otro ángulo, victoria pacífica para el libertador que en su proclama afirmó: “Cualquiera de mis enemigos de Colombia no dejaría dar la señal no sólo para mi asesinato sino para el de todos mis amigos. Tales son nuestros liberales: crueles sanguinarios, frenéticos, intolerantes y cubriendo sus crímenes con la palabra libertad que no temen profanar”. 

Fue así como desde Bucaramanga llegó triunfante a Bogotá a tomar posesión de su destino. Posteriormente, luego de la conspiración septembrina por el intento de asesinato del que escapó lanzándose por la ventana del palacio presidencial y escondiéndose bajo un puente, se le escuchó la frase de agradecimiento a su amada Manuela: “tú eres la libertadora del libertador”.



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