Santa Marta: Preocupante el silencio de los buenos

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Escrito por:

Veruzka Aarón Torregrosa

Veruzka Aarón Torregrosa

Columna: Opinión

e-mail: veruzkaaaron.t@gmail.com

Twitter: @veruzkaaaron


 Doce años han pasado desde cuando inició la saga de gobiernos que prometieron “el cambio” para Santa Marta. El cambio se produjo, pero para quienes han liderado este discurso mentiroso a costa del bienestar y desarrollo de la ciudad. Se han lucrado del ejercicio de poder a cambio de una mediocre gestión pública, cuyo resultado, ha sido disminuir la competitividad del territorio y la pérdida de oportunidades para la población. La responsabilidad del gobierno local en el descalabro de Santa Marta es inobjetable, pero ¿qué hay de la responsabilidad de la sociedad y de sus líderes frente al grave daño causado al erario, y el rezago social y económico producido?
Estos gobiernos han asumido rasgos totalitarios, que además de emplear para acumular control político, han utilizado para generar una fractura en la sociedad, y de esta frente a sus instituciones. Producto de ello, se ha dificultado la posibilidad de crear un frente social y económico, que desde el sector privado sea capaz de proponer, construir, concertar y liderar un proyecto colectivo de ciudad. El rol de los gobiernos, además de administrar lo público, es el de articular la vinculación y acciones de los sectores que convergen en el territorio; sin esto, resulta improbable la prosperidad de las sociedades.

Con el propósito de gobernar sin resistencia, el primer paso para generar la fractura social, ha sido debilitar el sentido crítico de la opinión pública, sirviéndose de medios de comunicación y periodismo local. Algunos medios han sido permeados hasta convertirlos en parte de las nóminas institucionales, bien sea de forma directa o tercerizados a través de dudosas “agencias”, creadas para manosear las líneas editoriales y/o compensar a periodistas “amigos” del proceso; o en caso contrario, desacreditarlos y perseguirlos, por resultar incomodos para el gobierno.

Los medios de comunicación en una democracia, son fundamentales para el ejercicio de responsabilidad ciudadana frente al interés público. La falta de garantías para el desempeño independiente de los medios, facilita que la opinión pública sea vulnerable a la desinformación y manipulación por parte de sus estructuras de poder, y por tanto, proclive a decisiones electorales erráticas.

La fractura generada, ha llevado a desconocer la capacidad técnica local: los criterios profesional y técnico para conformar los equipos de trabajo en las entidades, fueron reemplazados por el de “lealtad” política, lo que para estos grupos de poder, significa incondicionalidad a toda prueba. Esto, se ha traducido en mayor improvisación, procesos más lentos, obras más costosas y de mala calidad, que en lugar de resolver los problemas de la ciudad, los profundizan.

La incapacidad técnica institucionalizada, ha normalizado la rotación de funcionarios de “alto” nivel en las distintas secretarías y/o dependencias, quienes en algunos casos, no cumplen con los perfiles requeridos para estas, ni para aportar en la solución de los problemas locales. Muchos de estos funcionarios, no son de la ciudad ni han vivido en ella, por tanto, desconocen su realidad y particularidades.

Para estos gobiernos, lo que cuenta es la “lealtad”, aunque esto implique ir contra la evidencia del conocimiento y la experiencia, hacerse de la vista de gorda ante incumplimientos de programas y faltas de los contratistas ante sus responsabilidades. Hannah Arendt, advirtió que “el totalitarismo en el poder sustituye invariablemente a todos los talentos de primera fila, sean cuales fueren sus simpatías, por aquellos fanáticos y chiflados cuya falta de inteligencia y de creatividad sigue siendo la mejor garantía de su lealtad”.

Ahora bien, mientras esto sucede, la respuesta de la sociedad samaria y sus líderes gremiales, sociales y políticos, ha sido un silencio ensordecedor, lleno de mezquindad con la ciudad, aunque evidencia la pobreza intelectual de sus elites. Sin la complicidad de esta inalterable indiferencia; las conductas corruptas, el desgreño institucional, la desestructuración y polarización de la ciudad, no habrían llegado a los intolerables niveles de hoy.

“No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más me preocupa es el silencio de los buenos”, Martin Luther King. Preocupa el silencio de los buenos en Santa Marta, porque está claro que mientras la sociedad local no se apropie de su rol, la ciudad estará a merced de falsos mesías y sus leales áulicos. 


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