Mi voto por la democracia

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Escrito por:

Jesús Iguarán Iguarán

Jesús Iguarán Iguarán

Columna: Opinión

e-mail: jaiisijuana@hotmail.com


 

Juzgo que la situación actual de nuestro país es de la más alarmante gravedad y que ha llegado el momento en que el ciudadano adopte medidas supremas y haga valer el poder de su voto. 

 En este continente suramericano, los gobernantes que han alcanzado la primera magistratura de su país mediante el voto popular, han tomado el poder como una alegoría, como una dádiva grandiosa que Dios le ha concedido, interviniendo legítimamente la comunidad.   

 Es de elemental compresión, percibir que aquellos que llegan al poder por elección popular, creen que mediante el voto han comprado su mandato y al asumir el poder, disponen de él, con el firme propósito de haber encontrado en la presidencia una actividad comercial. 

E interpretando la constitución de manera  indigente y servil, con espíritu idólatra del texto muerto,  estrechan más y más la esfera de acción en torno a la garganta del pueblo, hostigando a quienes colaboraron con su sufragio a la llegada del poder, luego en el poder, asedian al pueblo como si éste  fuera el enemigo a quien hay que combatir, saquear, arruinar maniatar a todo trance, privándolo de los recursos que el Estado y la misma constitución pone en sus manos para que, reprimiendo las pasiones turbulentas y sofocando toda tentativa, cumpla con la misión primordial, que consiste en velar y dar seguridad a la sociedad.

 Las nuevas “revoluciones” han llegado al continente para perpetuar en el poder, prontamente se olvidan que tienen consigo tremendas responsabilidades. 

A grandes males es necesario aplicar grandes remedios. Las naciones en las que se les han aplicado el régimen de las nuevas “revoluciones”, se encuentran hoy, casadas de utopías y de teorías ampulosas, empobrecidas y desangradas, reducidas al extremo de la desaparición, piden clamorosamente, piden con perfecto derecho y esperan por instante, el remedio supremo, remedio que consiste en un poder honroso como fuerte, fuerte por la justicia, fuerte por la energía y por la inquebrantable fe con la que han de hacer sus decisiones. 

Si alguna enseñanza nos suministra la historia, que acostumbra darlas tan elocuentes, aunque a veces, por desdicha tan mal aprovechadas, esa enseñanza es que la “nuevas revoluciones” nunca se ha sabido pararse en el camino de las concesiones; la que echando por ese camino no hay poder que no se haya derrumbado.

Es de supremo optimismo, pretender que un ser que ha empuñado las armas y ha contribuido en dejar a Colombia desquiciada, confundida y llevarla hasta el más alto grado de abatimiento, creer que después de haber colaborado en dejar al país postrado y aniquilado, se llegue a creer que obtendrán el manejo del poder, es tanto como profesar que se encuentra acumulando combustible para generar otro incendio y dejar a la nación postrada a tan deplorable situación del infortunio.   

Es hora de que el pueblo comprenda que debe elegir a quien tenga un principio de orientación hacia el bien, hacia el progreso, quien vele por los intereses fiscales del pueblo, un hombre que represente claramente ser eximio de la filantropía, por aquel que se esfuerce por reparar los errores inevitables de la justicia, por un gobernante cuya sabiduría no refleje aquella fosforescencia engañosa, ni guarde pasiones desaforadas que puedan poner en peligro la existencia misma de la sociedad e igualmente, sea inflexible con quien no guarde la promesa de hacer votos por las miserias del pueblo.  

Mi voto será improbado para aquellos que asumen la responsabilidad en el manejo de una institución con el fin de engendrar desarrollo y prosperidad y, sin embargo, olvidándose de que tienen a su cargo el depósito de las leyes y la misión de hacer respetar y cumplir las providencias emanadas de la autoridad legítima para el bien común, se precisan en mostrar a la sociedad resultados desdeñosos.

Aprobaré mi voto por aquel que ha sabido gobernar con pulcritud, con integridad, quien esté al corriente que Colombia vive en estrecha intimidad con la escasez y el desamparo. Sufragaré por experiencia de 77 años de honestidad, votaré por el “Caballo de Troya”, que la derecha ha regalado al “triunfo de los izquierdistas”, prudentemente por la democracia, votaré por el viejito, ustedes lo conocen yo no se lo nombro.   



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