Turismo en Santa Marta: de la improvisación al descontrol

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Escrito por:

Veruzka Aarón Torregrosa

Veruzka Aarón Torregrosa

Columna: Opinión

e-mail: veruzkaaaron.t@gmail.com

Twitter: @veruzkaaaron


 Santa Marta, ha sido noticia nacional en los últimos días por el vandalismo que han sufrido algunos turistas durante su visita a la ciudad. El primer hecho reportado, fue el ataque sufrido por un grupo de bogotanos a mano de operadores turísticos locales en el sector de El Rodadero. Posterior a esto, se conoció de otro grupo de turistas que fue víctima de la modalidad de secuestro exprés, quienes fueron amarrados y dejados a la intemperie en medio de la noche, luego de ser hurtados. Estos hechos, además de evidenciar la inseguridad que azota a la ciudad, confirman que el turismo, ha pasado de la improvisación al descontrol, y como consecuencia de ello, es inminente el deterioro de la imagen de Santa Marta como destino.

Cabe preguntar ¿Cómo una ciudad qué es incapaz de ofrecer la mínima seguridad para sus visitantes pretende promoverse como destino internacional? Sin embargo, la inseguridad, no es el único problema que enfrenta Santa Marta como destino, pues, aspectos como la crisis del agua, el deficiente sistema de alcantarillado, los conflictos en la movilidad urbana, la perdida de espacio público -en lo que se cuenta además de la degradación de las áreas construidas, la invasión de las rondas hídricas y cerros urbanos-, han minado las posibilidades de competitividad y posicionamiento de la oferta local en los mercados nacional e internacional.

La actividad turística, es una de las principales actividades socioeconómicas del Distrito, con un aporte del 11.39% al PIB local y una generación aproximada de 80 mil empleos directos e indirectos (Cotelco), además de la fuerte incidencia esta tiene en la generación de actividades complementarias en la economía local. De ahí, que no se entiende cómo ante la profunda crisis de este sector, la respuesta del gobierno distrital haya sido casi nula.

Una ciudad como Santa Marta, que dispone de atributos urbanos y rurales suficientes para ser una potencia del turismo nacional e internacional, no tiene excusa para permitir que por cuenta de la ineptitud de sus gobernantes, se propicie el detrimento de la mayor fuente de riqueza del territorio.

Lo anterior, es inaceptable en mayor medida, debido al profundo deterioro que durante los últimos años han sufrido los principales indicadores sociales y económicos de la ciudad, tales como: tasa de informalidad (60,9%), ubicada durante el trimestre ene-mar/2022 por encima del promedio de las 23 ciudades principales (44.7%); pobreza (23.1%), en se mantiene como la tercera más alta del país, solo superada por Riohacha y Quibdó, a lo cual se le ha sumado el haber sido la ciudad con el mayor incremento en el costo de vida (12.3%).

Fortalecer el turismo, no es una opción para Santa Marta, es una necesidad, dada la relevancia de este sector para la economía local. No obstante, superar la condición actual no será fácil, mientras la ciudad continúe sometida al imparable saqueo de su erario por cuenta de sobrecostos de obras de bajo impacto que en nada contribuyen en la solución de los problemas fundamentales; mientras no disponga de infraestructura de servicios adecuada para atraer la inversión privada a través de la cual estimular la generación de empleo; y aún menos, mientras el sector turístico, siga a expensas de la improvisación y el vandalismo que se ha impuesto en su operación.

Si bien, los gobiernos tienen gran responsabilidad frente a la gestión del desarrollo de los territorios, estos están de paso. Es en cabeza de los sectores sociales, políticos y económicos, en el compromiso y solidez de sus liderazgos, sus visiones y propuestas, en los que se fundamenta la transformación de las ciudades y sectores. ¿Dónde están los análisis serios y las propuestas de los líderes samarios frente a la crisis de la ciudad y en específico la del sector turístico?

Ante el actual desgobierno, son los líderes gremiales, políticos y sociales, organizaciones académicas y medios de comunicación, los llamados a impulsar acciones y decisiones coherentes con el propósito de gestionar a Santa Marta como un destino turístico internacional. Es momento de abandonar el discurso retórico, superar las quejas, y dejar el rol de elites pedigüeñas, para pasar a la actitud proactiva en función de construir un proyecto colectivo de ciudad.