Santa Marta: ¿500 años de soledad?

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Escrito por:

Veruzka Aarón Torregrosa

Veruzka Aarón Torregrosa

Columna: Opinión

e-mail: veruzkaaaron.t@gmail.com

Twitter: @veruzkaaaron


“[…] porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tienen una segunda oportunidad sobre la tierra”. Con esta implacable sentencia, concluye la historia de incesantes repeticiones que conducen a la familia Buendía a un destino inevitable en Cien Años de Soledad, la célebre obra del Nobel García Márquez.
Considerada por muchos como una metáfora de las contradicciones históricas de algunas sociedades, que al ser incapaces de valorar sus riquezas y transformar sus presentes, quedaron social y económicamente atrapadas entre la ruina y la fatalidad; esta novela resulta apropiada y oportuna para reflexionar sobre el estado de postración en que se encuentra Santa Marta, al aproximarse la conmemoración del Quinto Centenario de su fundación.

Santa Marta tiene de Macondo más de lo que a los samarios les halagaría reconocer. Esto se aprecia al analizar la analogía que existe entre estas dos sociedades tanto en la realidad como en la magia que les rodea. Un ejemplo, es el atraso de Macondo, una frustración sobre la cual José Arcadio Buendía, se refiere así: “En el mundo están ocurriendo cosas increíbles. Ahí mismo, al otro lado del río hay toda clase de aparatos mágicos, mientras nosotros seguimos viviendo como los burros”. Asimismo, los samarios pueden afirmar que, pese a sus ventajas geográficas, naturales, y “La magia de tenerlo todo”, Santa Marta llega a sus quinientos años como la más antigua de Colombia pero también como una de las más rezagadas.

Lo anterior se confirma por los vergonzosos últimos lugares que ocupa la ciudad en la medición de los principales indicadores sociales y económicos del orden regional y nacional, producto de la incapacidad histórica de resolver sus problemas prioritarios.
En esta época de desarrollo, avances tecnológicos y científicos en el mundo, no hay excusa para que los principales problemas de la ciudad continúen sin solución, y por esto, se haya condenado a los samarios a vivir como a comienzos del siglo pasado: con carretas que distribuyen agua no tratada, calles en mal estado e inundadas de aguas servidas y/o de lluvias, deficiente sistema de transporte público, informalidad económica, altos índices de pobreza y detrimento de la calidad educativa. El “Cambio”, en Santa Marta ha significado: pasar de ser una ciudad con problemas a ser una ciudad en crisis.

El atraso de la ciudad no obedece exclusivamente a la falta de recursos, pues aunque han sido escasos, su malversación ha sido el problema. Los últimos gobiernos se han caracterizado por la ejecución de obras con sobrecostos, cuestionables calidades de construcción y sucesivos retrasos. La mayoría de estas obras no eran prioritarias, y al analizarse sus beneficios para la ciudadanía, estos resultan marginales frente al costo de las mismas.

El atraso de esta ciudad de quinientos años en plena modernidad, se debe en especial a la miope visión, la precaria planificación e incapacidad de gestión de sus dirigentes políticos, quienes han contado con la complicidad de líderes sociales y gremiales, que no están a la altura del potencial económico del territorio.

La discordia entre bandos políticos, ha sido quizás el elemento en que la realidad de Santa Marta superó a la magia de Macondo. Según el coronel Aureliano Buendía “La única diferencia actual entre liberales y conservadores, es que los liberales van a misa de cinco y los conservadores van a misa de ocho”. Parafraseando al coronel, en Santa Marta, la única diferencia entre los de “antes” y los de “ahora”, es que los de “antes” no hicieron lo suficiente y los de “ahora” ni hacen ni dejan hacer.

Ad portas de su quinto centenario, difícilmente Santa Marta podrá resolver la totalidad de sus principales problemas. Sin embargo, es posible reorientar el rumbo de la gestión pública y el liderazgo socioeconómico para impulsar sus más importantes soluciones.

Lo que no debe permitirse, es que la ciudad a sus 500 años sucumba ante la “peste del olvido” por cuenta de los discursos de odio y el populismo promovido por falsos mesías que buscan hundirla “[…] en una especie de idiotez sin pasado”.

Después de quinientos años de soledad ¿tendrá Santa Marta una segunda oportunidad sobre la tierra? La respuesta solo dependerá del compromiso y acciones de líderes y organizaciones locales con la construcción conjunta de una visión de desarrollo territorial.


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