La lectura: motor del saber

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Jairo Franco Salas

Jairo Franco Salas

Columna: Opinión

e-mail: jairofrancos@hotmail.com



Continuamente se expresa y aquí lo reiteramos manifestando, que quien no lee, no sabe nada y no tiene derecho a opinar. Al contrario de ésta expresión en épocas anteriores, a los esclavos no se les permitía aprender a leer ni a escribir. Esto a todas luces implicaba para los esclavistas, que sabían que, si el esclavo se culturizaba, inmediatamente se rebelaría y trataría de escapar del yugo opresor o exigir sus derechos como tal.

Pues bien, hoy no existe la esclavitud; sin embargo, los ciudadanos se muestran reacios a fortalecer sus conocimientos a través de una rigurosa disciplina de lectura diaria.

Este letargo cultural lo aprovechan muchos para hacer y deshacer las políticas públicas; toda vez que el conglomerado por no querer leer e informarse, no exige, ni participa en la gestión político territorial. Por ello, podríamos definir la lectura, como un acertado proceso de construcción en los significados. En este orden, la palabra queda petrificada en la escritura y la expresión encantada en la materialización de los signos gráficos.

La lectura, es entendida como una posibilidad de vida, de crecimiento y desarrollo; nos permite robustecer el saber, incluso, de ver la escena narrada, como si estuviera ocurriendo en nuestra presencia, así lo he notado cuando leo.

Como puede interpretarse, el soporte estructural de la lectura, lo representa sin duda la existencia de un buen libro a mano, leyéndolo; éste tiene como función especial permitir especialmente al niño reconocer, identificar, nombrar objetos de su entorno y actuaciones de su vida cotidiana. Es importante precisar que el gusto por la lectura no es innato, más bien, la relación del niño con el libro se da gracias a la intervención del adulto.

La animación a la lectura es un acto consciente, que produce un acercamiento afectivo e intelectual a un libro concreto, lo que persigue promover la cultura es que el niño y adolescente descubra el valor que tiene el texto escrito; despierta en la persona el gusto por la lectura y lo ayuda para que eleve su nivel de cultura; caso personal, si no leo, no escribo. Durante la pandemia disfruté, dirigiendo mis ojos, leyendo 35 libros y no a mirar el techo de la casa; un libro que recordé de bachillerato: Aura o las violetas del escritor José M. Vargas Vila, uno de mis preferidos, lo leí en 3 horas, 14 minutos.

En este sentido, el compromiso de los padres y educadores, en calidad de promotores de lectura, consiste en cimentar el hecho que la adicción a leer, propicia al niño y al adulto un confort de zona libre, donde lo cotidiano y lo imaginario se comunican y entrelazan sin problema; los libros, fomentan el sentimiento patriótico, estimulan la hermandad y la humanidad. Los buenos lectores provienen de hogares donde los padres valoran la lectura; aquí recuerdo a mi padre, el señor Jorge, que siendo un niño de 12 años, un señor invidente le pedía que le leyera libros y periódicos, éste acontecimiento lo recuerdo gratamente, mi progenitor en vida me lo relató; además, le servía de Lazarillo.

El libro debe ser visto en el hogar como un objeto valioso, preciado e importante. La lectura debe ser incorporada a las costumbres del niño como un acto voluntario, que produzca placer; nunca se le debe obligar; el ejemplo enseña más, si los padres leen, los hijos leerán; sí los padres se mantienen pendientes del celular los hijos, respondan ustedes.

A toda esta contextualización, afirmamos sin temor a equívocos, que hoy en el mundo entero, se está leyendo en muy bajos niveles. Esto es preocupante, puesto que quien lee, tiene oportunidades diversas, quien no lo hace, quedará rezagado. Un factor perturbador para no leer lo constituyen las redes sociales. Es un imperativo ético, que el Estado diseñe estrategias que motiven al pueblo colombiano a leer.