Santa Marta, ¿hemos caído en la trampa de la pobreza?

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Veruzka Aarón Torregrosa

Veruzka Aarón Torregrosa

Columna: Opinión

e-mail: veruzkaaaron.t@gmail.com

Twitter: @veruzkaaaron


Smith, 2005; Núñez y Cuesta, 2006ª, plantean que “La persistencia de situaciones de extrema pobreza al interior de un hogar o de una región, configuran la existencia de trampas de pobreza. A nivel micro, este fenómeno hace que una familia quede atrapada en un círculo vicioso, donde las penurias se retroalimentan e interactúan entre sí, contrarrestando sus esfuerzos por escapar de la pobreza”. Esta situación resulta preocupante para cualquier economía, pues lo que indica es que las sociedades son incapaces de alcanzar un nivel de vida mínimo, razón que ha llevado a los gobiernos en el mundo a destinar sus mayores esfuerzos en disminuir, y en el mejor de los casos, erradicar la pobreza, así fue establecido por las Naciones Unidas en el primero de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Dada la anterior definición y aunque es necesario estudiar en detalle la situación de la ciudad, el nivel de deterioro de sus principales indicadores, llevan a preguntarse ¿Santa Marta ha caído en la trampa de la pobreza?

En su último informe, el Dane, ha reportado que Santa Marta se ubica como la tercera ciudad con mayor pobreza extrema en el país. Esta cifra preocupa, en especial, si se tiene en cuenta el corto tiempo en que la ciudad ha llegado a esta condición. Así lo dejó ver en días pasados, Juan Daniel Oviedo, director del Dane: “En 2018 era de 9%, pasó al 13.5% en 2020 y posteriormente al 23.1% en 2021. Es decir, se multiplicó casi por 2.5 veces la pobreza extrema”.

A esta alarmante cifra, se suma la incapacidad de la ciudad de generar empleo formal, muestra de ello, el comportamiento de su tasa de informalidad, que en el trimestre de nov/2021–ene/2022, fue del 60,2%, muy por encima del promedio de las 23 ciudades principales (44,9%), Dane. Estos resultados confirman que en la ciudad no ha habido una política de reactivación económica, pues ciudades intermedias con similar potencial socioeconómico han obtenido mejores resultados, tal es el caso de Pereira (42.8%), Ibagué (48,9%) y Bucaramanga (49.4%).

Al drama que implica la dificultad de generación de ingresos, los samarios deben enfrentar el aumento del costo de vida, el más alto del país con un 12,37%/feb, mientras que la media nacional fue del 8.01%.

Estos resultados son consecuentes con la disminución del valor agregado de la ciudad frente al PIB departamental, el cual pasó del 45% en el 2019 al 44,2% en el 2020 (proyectado). Esto indica que las actividades económicas de la ciudad han sufrido un revés en su desempeño.

Otro aspecto que preocupa frente a la tendencia del deterioro de las cifras en la ciudad, es el detrimento de la calidad educativa. Santa Marta se ubicó en el puesto 20 de 23 ciudades en el Índice Global del ICFES en las pruebas Saber 11. La baja calidad educativa, implica para cualquier ciudad, carencia de capacidades no solo para superar la pobreza sino en términos generales para el desarrollo y competitividad del territorio.

Santa Marta está en crisis y esto es irrebatible, como también lo es, el hecho de que la ciudad ha sido empujada a la trampa de la pobreza tanto por los malos manejos y corrupción de sus gobiernos, como por la incapacidad de sus líderes políticos y sectores gremiales, quienes no han tenido ni la visión ni el ingenio para frenar la debacle. La idiotez no es una inhabilidad para ejercer en política, pero sí debería serlo para quienes ejercen el control político y social de sus gobiernos.

Como lo indican algunos autores, las trampas de la pobreza además de perpetuar la marginalidad y la desigualdad, socavan la dignidad y la esperanza de un futuro mejor. Cuesta creer que alguien gane con estas condiciones tan deficientes en una sociedad, sin embargo, la historia ha demostrado que el reforzamiento de la pobreza ha sido una fuente generadora de ignorancia que ha permitido a los políticos populistas, garantizar el eco para sus proclamas de odio y resentimiento.

En momentos como este, lo samarios deben reflexionar sobre sus decisiones electorales y las consecuencias de ello, pues como lo afirma Voltaire, “cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro, la enfermedad es casi incurable”.